Texto del Evangelio (Mt 4,12-17.23-25): En
aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a Galilea. Y
dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaúm, ciudad marítima, en los
confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el
profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra
parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en
tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte
les nació una luz».
Desde
entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «Haced penitencia, porque el Reino
de los cielos está cerca». Y andaba Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en
las sinagogas de ellos y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda
enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y corrió su fama por toda Siria, y le
trajeron todos los que tenían algún mal, poseídos de varios achaques y dolores,
y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron
siguiendo mucha gente de Galilea y de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de
la otra ribera del Jordán.
«El
Reino de los cielos está cerca»
Comentario: Rev. D. Jordi
CASTELLET i Sala (Sant Hipòlit de Voltregà, Barcelona, España)
Hoy, por así
decirlo, recomenzamos. El «Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran
luz» (Mt 4,16), nos dice el profeta
Isaías, citado en este Evangelio de hoy, y que nos remite al que escuchábamos
en Nochebuena. Volvemos a comenzar, tenemos una nueva oportunidad. El tiempo es
nuevo, la ocasión lo merece, dejemos —humildemente— que el Padre actúe en nuestra
vida.
Hoy comienza el
tiempo en que Dios nos da una vez más su tiempo para que lo santifiquemos, para
que estemos cerca de Él y hagamos de nuestra vida un servicio de cara a los
otros. La Navidad se acaba, lo hará el próximo domingo —si Dios quiere— con la
fiesta del Bautismo del Señor, y con ella se da el pistoletazo de salida para
el nuevo año, para el tiempo ordinario —tal y como decimos en la liturgia
cristiana— para vivir in extenso el misterio de la Navidad. La Encarnación del
Verbo nos ha visitado en estos días y ha sembrado en nuestros corazones, de
manera infalible, su Gracia salvadora que nos encamina, nuevamente, hacia el
Reino del Cielo, el Reino de Dios que Cristo vino a inaugurar entre nosotros,
gracias a su acción y compromiso en el seno de nuestra humanidad.
Por esto, nos dice
san León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado
ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la
salvación de todos los pueblos por medio de Cristo».
Ahora es el tiempo
favorable. No pensemos que Dios actuaba más antes que ahora, que era más fácil
creer cerca de Jesús —físicamente, quiero decir— que ahora que no le vemos tal
como es. Los sacramentos de la Iglesia y la oración comunitaria nos otorgan el
perdón y la paz y la oportunidad de participar, nuevamente, en la obra de Dios
en el mundo, a través de nuestro trabajo, estudio, familia, amigos, diversión o
convivencia con los hermanos. ¡Que el Señor, fuente de todo don y de todo bien,
nos lo haga posible!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario