A más de un año de la irrupción de la COVID-19 en nuestras vidas, la
población mundial se encuentra atravesando la cresta de la segunda ola de la
pandemia. Esta situación nos encuentra cada vez más fatigados y los
especialistas reconocen que, sumado a este desánimo general, cada vez son más
las personas que luego de transitar la enfermedad muestran ciertos efectos
cognitivos y anímicos como consecuencia de la misma.
Según las investigaciones que está llevando a cabo el Dr. Adam Hampshire
del Imperial College de London sobre el impacto de la COVID-19 en ciertas
funciones cerebrales de aquellas personas recuperadas, reveló que efectivamente
existen afecciones de múltiples dominios cognitivos en la atención selectiva,
el procesamiento emocional, la memoria de trabajo y distintas funciones
ejecutivas. En esta línea,
otros investigadores franceses que también han estudiado tales efectos,
llegaron a la conclusión de que una parte de las unidades de análisis
estudiadas desarrollaron delirio, trastornos agudos de conciencia, déficits en
la cognición y atención, mientras que el otro total, mostró cuadros de
agitación.
Entonces, ¿por qué es importante realizar una evaluación interdisciplinaria
a tiempo? Según la Dra. Eugenia Dabi, Jefa del Departamento de Psiquiatría del
Instituto de Neurociencias de Fundación Favaloro: «La infección por COVID a
través de la inflamación que causa en el cerebro; los aspectos psico-sociales
de la pandemia y el aislamiento, como los efectos adversos psiquiátricos de
algunos de los fármacos usados en el tratamiento; pueden derivar en trastornos
o síntomas psiquiátricos». Tal es así que un 17% de las personas que tuvieron
la enfermedad, sufren trastornos de ansiedad 6 meses después de haberse
infectado, evidenciando el desenlace de estrés post-traumático en estos
pacientes, sobre todo en varones y adultos mayores.
En línea con esto, se ha probado que un cierto porcentaje de las
personas que transitaron la enfermedad -tanto en sus formas leves, moderadas o
graves- continúan con un conjunto de síntomas tras haberse recuperado de la
infección aguda, generando un impacto negativo en su calidad de vida. Por ello,
el Dr. Máximo Zimerman, Director Médico de Cites INECO destaca el rol
fundamental de la rehabilitación física y el seguimiento neurológico, y señala
que «existen también una variedad de síntomas residuales dentro del espectro
neurológico, tales como cefalea discapacitante, accidentes cerebrovasculares,
crisis convulsivas y alteraciones en el movimiento con inestabilidad, debilidad
y dolores musculares como resultado de la internación prolongada de estos
pacientes».
Por tal motivo, la Dra. Noelia Pontello, especialista en Neurología
Cognitiva y Neuropsiquiatría de INECO, sostiene que «realizar una evaluación de
los déficits cognitivos y síntomas emocionales y conductuales en todas las
personas que manifiestan la aparición o empeoramiento de los mismos tras
contagiarse de COVID-19, es importante para reducir el impacto funcional de las
secuelas cognitivas y los aspectos emocionales».
Las especialistas afirman que los tratamientos deben ser específicos
para cada trastorno, y más que nunca, deben ser diseñados para cada paciente
por la cantidad de aspectos que hay que tener en cuenta. La detección temprana
de las secuelas mentales de la COVID-19 es fundamental para planificar un
tratamiento especializado para cada paciente a fin de recuperar su
funcionalidad. BP
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