¿Qué
ha podido pasar para distanciarnos tanto de aquel proyecto inicial de Jesús?
¿Dónde ha quedado el encargo del Maestro? ¿Quién sigue escuchando hoy sus
recomendaciones?
Pocos
relatos evangélicos nos descubren mejor la intención original de Jesús que este
que nos presenta a Jesús enviando a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas,
dinero ni túnica de repuesto.
Basta
un amigo, un bastón y unas sandalias para adentrarse por los caminos de la
vida, anunciando a todos ese cambio que necesitamos para descubrir el secreto
último de la vida y el camino hacia la verdadera liberación.
No
desvirtuemos ligeramente el encargo de Jesús. No pensemos que se trata de una
utopía ingenua, propia quizá de una sociedad seminómada ya superada, pero imposible
en un mundo como el nuestro.
Aquí
hay algo que no podemos eludir. El evangelio es anunciado por aquellos que
saben vivir con sencillez. Hombres y mujeres libres que conocen el gozo de
caminar por la vida sin sentirse esclavos de las cosas. No son los poderosos,
los financieros, los tecnócratas, los grandes estrategas de la política los que
van a construir un mundo más humano.
Esta
sociedad necesita descubrir que hay que volver a una vida sencilla y sobria. No
basta con aumentar la producción y alcanzar un mayor nivel de vida. No es
suficiente ganar siempre más, comprar más y más cosas, disfrutar de mayor
bienestar.
Esta
sociedad necesita como nunca el impacto de hombres y mujeres que sepan vivir
con pocas cosas. Creyentes capaces de mostrar que la felicidad no está en
acumular bienes. Seguidores de Jesús que nos recuerden que no somos ricos
cuando poseemos muchas cosas, sino cuando sabemos disfrutarlas con sencillez y
compartirlas con generosidad. Quienes viven una vida sencilla y una solidaridad
generosa son los que mejor predican hoy la conversión que más necesita nuestra
sociedad. JAP
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