Texto del Evangelio (Mc 9,2-10): En aquel
tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos
solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus
vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero
en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías
y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabí,
bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías» —pues no sabía qué responder ya que estaban
atemorizados—.
Entonces
se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube:
«Éste es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no
vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les
ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre
resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación,
discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos».
«Rabí,
bueno es estarnos aquí»
Comentario: Rev. D. Ignasi
NAVARRI i Benet (La Seu d'Urgell, Lleida, España)
Hoy celebramos la
solemnidad de la Transfiguración del Señor. La montaña del Tabor, como la del
Sinaí, es el lugar de la proximidad con Dios. Es el espacio elevado, respecto a
la existencia diaria donde se respira el aire puro de la Creación. Es el lugar
de la oración donde se está en la presencia del Señor, como Moisés y Elías que
aparecen con Jesús transfigurado hablando con Él acerca del Éxodo que le esperaba
en Jerusalén (es decir, su Pascua).
«Sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra
sería capaz de blanquearlos de ese modo» (Mc
9,3). Este hecho simboliza la purificación de la Iglesia. Y Pedro dijo a
Jesús: «Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías» (Mc 9,5). San Agustín comenta
bellamente que Pedro buscaba tres tiendas porque todavía no conocía la unidad
entre la Ley, la Profecía y el Evangelio.
«Entonces se formó
una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: ‘Éste es
mi Hijo amado, escuchadle’» (Mc 9,7).
La Transfiguración no es un cambio en Jesús, sino la Revelación de su
Divinidad. Pedro, Santiago y Juan, contemplando la Divinidad del Señor, se
preparan para afrontar el escándalo de la Cruz. ¡La Transfiguración es un
anticipo de la Resurrección!
«Rabí, bueno es
estarnos aquí» (Mc 9,5). La
Transfiguración nos recuerda que las alegrías sembradas por Dios en la vida no
son puntos de llegada, sino luces que Él nos da en la peregrinación terrena
para que ‘Jesús sólo’ sea nuestra Ley, y su Palabra sea el criterio, el gozo y
la bienaventuranza de nuestra existencia.
Que la Virgen María
nos ayude a vivir intensamente nuestros momentos de encuentro con el Señor para
que lo podamos seguir cada día con alegría, y nos ayude a escuchar y seguir
siempre al Señor Jesús, hasta la pasión y la Cruz con vista a participar
también de su Gloria.
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