Guillermo de Vercelli, Santo
Abad, 25 de
Junio
Martirologio Romano: En
Goleto, cerca de Nusco, en la Campania italiana, san Guillermo, abad, el cual,
nacido en Vercelli, se hizo peregrino y pobre por amor a Cristo, y, aconsejado
por san Juan de Matera, fundó el monasterio de Montevergine, en el que reunió a
unos monjes a los que impartió una profunda doctrina espiritual, y también
otros diversos monasterios, tanto masculinos como femeninos, en varias regiones
de la Italia meridional. († 1142)
Nació por el año 1085 en Vercelli, como indica su nombre, en el norte de Italia. Pocas cosas sabemos de su nacimiento e infancia, pero sí de su juventud y mocedad como un prodigio de mortificación y de don de milagros. El solía decir a los monjes que trataban de imitar su vida y pretendían seguirle a todas partes: “Es necesario que mediante el trabajo de nuestras manos nos procuremos el sustento para el cuerpo, el vestido aunque pobre y medios necesarios para poder socorrer a los pobres. Pero ello no debe ocupar todo el día, ya que debemos encontrar tiempo suficiente para dedicarlo al cuidado de la oración con la que granjeamos nuestra salvación y la de nuestros hermanos”. Ahí estaba sintetizada la vida que él llevaba y la que quería que vivieran también cuantos quisieran estar a su lado.
Cuando todavía era un joven hizo una peregrinación
a Santiago de Compostela que en su tiempo era muy popular y que hacían casi
todos los cristianos que podían. Pero él lo hizo de modo extraordinario: Se
cargó de cadenas, que casi no podía arrastrar por su gran peso, y apenas tomaba
bocado. Un día llegó a las puertas de una casa de campo y parecía desfallecer.
A pesar de ello habló así al dueño de la misma que parecía ser un valiente
caballero: “Señor, estas cadenas se me rompen continuamente y me hacen muchos
honores porque son vistas por todos. ¿No serías tan bueno que me dieras una
coraza para llevarla escondida junto a mis carnes y un casquete para mi cabeza?”
Dicho y hecho. Guillermo salió de la presencia de aquel caballero con gran
esfuerzo, ya que apenas podía moverse con tanto hierro y con los dolores
enormes que le proporcionaban. Vuelto a Palermo, el rey Rogerio que había oído
ya hablar muchas maravillas de aquel raro peregrino, sintió grandes deseos de
verlo.
En la corte se contaban chascarrillos a su costa y
cada uno lo tomaba a chacota y decía de él las cosas más raras e inverosímiles.
En aquella corte había una mujer que llamaba la atención por su vida deshonesta
y ella al oír hablar de la santidad del peregrino dijo a todos los cortesanos:
“Yo os prometo que le haré caer a ese pobre hombre en mis redes de lascivia”.
Se arregló lo mejor que pudo y se dirigió a visitarle. El santo hombre la
recibió con grandes muestras de simpatía y tuvo con ella una larga conversación
creyendo la dama que ya lo había conquistado para el pecado. Así volvió
contenta a la corte y contó sus victorias. Pero habían quedado que volvería
aquella noche para pasarla con él. El santo peregrino la invitó, la tomó el
brazo y le dijo: “Ven y acuéstate conmigo en este lecho nupcial”. El extendió
las brasas y llamaradas de una gran hoguera que había hecho preparar y se
arrojó en ellas. La pobrecilla mujer, que se llamaba Inés, cayó avergonzada y
prorrumpió a llorar al ver que no le tocaba el fuego al siervo de Dios. Hizo
penitencia, abrazó la vida religiosa y murió santamente. Según una tradición, un lobo devoró su asno y él lo
reprendió, convirtiéndolo.
En Montevergine fundó un célebre monasterio y
purificó la corte y los palacios de tanto pecado como se cometía. Príncipes y
labriegos, hombre y mujeres abandonaban su mala vida y seguían su ejemplo
dejándolo todo por seguir a Jesucristo.
Desde este Monte Sacro, que ahora se llama como en
tiempos de San Guillermo, Monte de la Virgen (Montevergine), nuestro Santo
continuaba ejerciendo un gran influjo por medio de su oración y vida de
sacrificio. Lleno de méritos, murió el 25 de junio de 1142.
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