Texto del Evangelio (Jn 6,60-69): En aquel tiempo, muchos de los que hasta entonces habían seguido a
Jesús dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Pero sabiendo
Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto
os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?
El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os
he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros algunos que no
creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y
quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie
puede venir a mí si no se lo concede el Padre».
Desde entonces muchos de sus discípulos se
volvieron atrás y ya no andaban con Él. Jesús dijo entonces a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?». Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos
que Tú eres el Santo de Dios».
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna»
Comentario: Rev. D. Miquel VENQUE i
To (Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio nos
sitúa en Cafarnaúm, donde Jesús es seguido por muchos por haber visto sus
milagros, en especial por la multiplicación espectacular de los panes.
Socialmente, Jesús allí tiene el riesgo de morir de éxito, como se dice
frecuentemente; incluso lo quieren nombrar rey. Es un momento clave dentro de
la catequesis de Jesús. Es el momento en el que comienza a exponer con toda
claridad la dimensión sobrenatural de su mensaje. Y, como que Jesús es tan buen
catequista, sacerdote perfecto, el mejor obispo y papa, les deja marchar,
siente pena, pero Él es fiel a su mensaje, el éxito popular no lo ciega.
Decía un gran
sacerdote que, a lo largo de la historia de la Iglesia, han caído personas que
parecían columnas imprescindibles: «Se volvieron atrás y ya no andaban con Él»
(Jn 6,66). Tú y yo podemos caer, “pasar”, marchar, criticar, “ir a la nuestra”.
Con humildad y confianza digámosle al buen Jesús que queremos serle fieles hoy,
mañana y todos los días; que nos haga ver el poco sentido evangélico que tiene
discutir las enseñanzas de Dios o de la Iglesia por el hecho de que “no los
entiendo”: «Señor, ¿a quién iremos?» (Jn 6,68). Pidamos más sentido
sobrenatural. Sólo en Jesús y dentro de su Iglesia encontramos la Palabra de
vida eterna: «Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
Como Pedro, nosotros
sabemos que Jesús nos habla con lenguaje sobrenatural, lenguaje que hay que
sintonizar correctamente para entrar en su pleno sentido; en caso contrario
sólo oímos ruidos incoherentes y desagradables; hay que afinar la sintonía.
Como Pedro, también en nuestra vida de cristianos tenemos momentos en los que
hay que renovar y manifestar que estamos en Jesús y que queremos seguir con Él.
Pedro amaba a Jesucristo, por eso se quedó; los otros lo querían por el pan,
por los “caramelos”, por razones políticas y lo dejan. El secreto de la
fidelidad es amar, confiar. Pidamos a la Virgo fidelis que nos ayude hoy y
ahora a ser fieles a la Iglesia que tenemos.
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