Estar sentado durante horas sin moverte puede
volver lento el flujo de sangre hacia el cerebro, según un nuevo estudio
preventivo de oficinistas, un hallazgo que podría tener implicaciones para la
salud mental a largo plazo. Sin embargo, levantarse y caminar durante solo 2
minutos cada media hora parece repeler este declive en el flujo sanguíneo
cerebral y podría incluso acelerarlo.
El flujo de sangre a nuestro cerebro es uno de los
procesos internos automáticos que la mayoría de nosotros casi nunca consideramos,
aunque es esencial para la vida y la cognición. Las células cerebrales
requieren el oxígeno y los nutrientes que contiene la sangre, y varias arterias
grandes transportan constantemente sangre hasta nuestra cabeza.
Dado que este flujo es tan necesario, el cerebro lo
regula estrictamente, siguiendo distintas señales fisiológicas, incluyendo los
niveles de dióxido de carbono en nuestra sangre, para mantener la velocidad del
flujo dentro de un rango muy estrecho. Sin embargo, ocurren algunas pequeñas fluctuaciones,
tanto repentinas como prolongadas, que pueden tener repercusiones. Estudios
anteriores en personas y animales indican que caídas leves y cortas en el flujo
sanguíneo cerebral pueden nublar temporalmente el pensamiento y la memoria,
mientras que los declives a largo plazo están vinculados con riesgos más altos
de presentar algunas enfermedades neurodegenerativas, incluyendo la demencia.
Otras investigaciones han mostrado que permanecer
sentado de manera ininterrumpida disminuye el flujo de la sangre a distintas
partes del cuerpo. La mayoría de estos estudios se enfocaron en las piernas,
que son las más afectadas por nuestras posturas, ya sea que estemos de pie o
no. Si te quedas sentado durante varias horas, el flujo de la sangre en los
numerosos vasos sanguíneos de las piernas puede disminuir.
Sin embargo, se desconocía si una disminución
similar podría ocurrir en las arterias que llevan sangre al cerebro. Así que,
para el nuevo estudio, publicado en Journal of Applied Physiology, los investigadores de
la Universidad John Moores de Liverpool, Inglaterra, reunieron a 15 hombres y
mujeres que realizaban trabajo de oficina. Los científicos querían reclutar
personas que habitualmente pasan tiempo frente a un escritorio, ya que para
ellas sería normal pasar largas horas sentadas.
Los investigadores les pidieron a estos hombres y
mujeres que acudieran al laboratorio de desempeño físico de la universidad en
tres ocasiones distintas. Durante cada una de ellas, se les colocaron diademas
especiales con sensores de ultrasonido que seguirían el rastro del flujo
sanguíneo a través de su arteria cerebral media, una de las principales
arterias que lleva sangre al cerebro.
También respiraron brevemente en máscaras que
midieron sus niveles de dióxido de carbono al inicio de la sesión, para que los
científicos pudieran ver si los niveles de este gas podrían producir cambios en
el flujo sanguíneo hacia el cerebro. Los niveles de dióxido de carbono en la
sangre pueden verse alterados por cambios en la respiración, entre muchos otros
factores.
Luego, los participantes pasaron 4 horas simulando
tiempo en la oficina, sentados frente a un escritorio y leyendo o trabajando en
una computadora. Durante una de estas sesiones, no se pararon a menos que
tuvieran que ir al baño, que estaba cerca.
Durante otra visita, se les indicó levantarse cada
30 minutos y dirigirse hacia una cinta caminadora ubicada cerca de su
escritorio. Caminaron durante 2 minutos a cualquier velocidad que les pareciera
cómoda, y lo hicieron en una velocidad pausada promedio de cerca de 3,2
kilómetros por hora.
En la sesión final, dejaron la silla después de 2
horas, y luego caminaron en las caminadoras durante 8 minutos a la misma
velocidad lenta.
Los científicos monitorearon el flujo sanguíneo al
cerebro justo antes y durante cada período de caminata, así como inmediatamente
después de que las 4 horas concluyeron. También revisaron de nuevo los niveles
de dióxido de carbono de las personas durante esos momentos.
Como esperaban, el flujo sanguíneo cerebral se
redujo cuando la gente estuvo sentada durante cuatro horas seguidas. La
disminución fue pequeña pero notable para el final de la sesión.
También fue evidente cuando la gente se levantó
después de 2 horas, aunque el flujo sanguíneo se elevó durante la pausa para
caminar. Pronto cayó de nuevo, según mostraron los sensores de ultrasonido, y
fue más bajo al final de esa sesión que a su comienzo.
Sin embargo, el flujo sanguíneo cerebral aumentó un
poco cuando las 4 horas incluyeron pausas frecuentes de caminata durante 2
minutos, encontraron los científicos.
Cabe señalar que ninguno de estos cambios en el
flujo sanguíneo cerebral fue causado por alteraciones en la respiración ni en
los niveles de dióxido de carbono, según los científicos.
Los niveles de dióxido de carbono permanecieron
constantes antes y después de cada sesión. Así que lo que afectaba el
transporte de la sangre al cerebro era algo más, relacionado con estar sentado
y moverse.
Por supuesto, este estudio fue pequeño y a corto
plazo, y no investigó si las pequeñas reducciones en el flujo sanguíneo hacia
el cerebro de la gente mientras estaba sentada afectaban su capacidad de
pensamiento.
Tampoco se diseñó para determinar si los impactos
al cerebro por las horas que estamos sentados pueden acumularse con el
transcurso del tiempo, ni si son transitorios y desaparecen una vez que
finalmente nos levantamos del escritorio al final del día.
Sin embargo, los resultados proporcionan una razón
más para evitar sentarnos durante períodos de tiempo largos e ininterrumpidos,
dijo Sophie Carter, estudiante de doctorado en la Universidad John Moores de
Liverpool (Inglaterra) y quien dirigió el estudio.
También ofrece información útil sobre que las
pausas pueden ser cortas pero deben ser recurrentes.
“Tan solo las pausas de caminata frecuentes de 2
minutos tuvieron el efecto general de prevenir una disminución del flujo
sanguíneo cerebral”, dijo.
Carter sugiere configurar tu computadora o teléfono
para sonar cada media hora y levantarte. Caminar por el pasillo, ir por las
escaleras al baño un piso arriba o debajo del tuyo o dar algunas vueltas
alrededor de tu oficina.
Tu cerebro podría agradecértelo en unos cuantos
años, cuando ya no estés atado a una silla de oficina. BP
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