—Muchos tienen la impresión de que la
Iglesia lanza continuamente mensajes negativos, de prohibiciones y de
reacciones defensivas.
Esa
impresión varía mucho según las diferentes culturas de las naciones. En tiempos
de la opresión comunista en la Europa del Este, la opinión pública percibía que
la Iglesia anunciaba un mensaje de libertad, que transmitía una energía que
también comunicaba fuerza a los no creyentes y les inspiraba grandes valores.
También en África se ve la Iglesia como una gran fuerza dinámica que sale en
defensa de los derechos de todos y hace frente a las situaciones de injusticia
y corrupción del Estado. La Iglesia es también el mejor valedor del Tercer
Mundo, donde emprende numerosísimas iniciativas y promueve sus derechos y
libertades. Y en Latinoamérica la perspectiva es también otra. Quiero decir con
esto que si en Centroeuropa se ve a la Iglesia como una instancia severa, quizá
se debe a que precisamente ahí es donde denuncia muchas cosas que gran parte de
la sociedad ha aceptado solo porque le resulta más cómodo.
Cuando
la Iglesia habla, algunos solo conservan en su memoria alguna prohibición moral
-casi siempre en materia de sexo-, y les queda la impresión de que la Iglesia
solo se ocupa de juzgar y restringir la vida. Esto puede suceder por falta de
acierto en algunas explicaciones, o por el enfoque o la selección de noticias
que hacen los medios de comunicación, o por lo que sea. Pero las prohibiciones
encuentran su sentido dentro de un contexto más amplio y positivo, al que
lamentablemente se presta menos atención. AA
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