Martirologio Romano: En
la ciudad de Belén, en Tierra Santa, Santa María de Jesús Crucificado (Mariam)
Baouardy, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que, colmada de carismas
místicos, unió la vida contemplativa con una singular caridad († 1878).
Fecha de beatificación: 13 de noviembre 1983 por el Papa Juan Pablo
II.
Fecha de canonización: 17 de mayo de 2015, durante el pontificado
de S.S. Francisco.
Miriam Baouardy nació en Tierra Santa, en el pueblo árabe de Abellin, entre Haifa y Nazaret, el 5 de enero de 1846, casi como un regalo de los Reyes Magos para sus padres, familia católica del rito grecomelquita.
Habían tenido
Jorge y María doce hijos y todos murieron de niños. Peregrinan a Belén para
pedirle a la Virgen María, que vele por la vida de sus futuros hijos. Y le
prometen que si es niña la primera, le pondrán por nombre Mariam. Así fue.
Pronto llego Mariam, nuestra Beata.
Mariam, la
pequeña árabe, la florecilla árabe, quedó huérfana a los dos años y la adoptó
un tío suyo. Tuvo una infancia y juventud muy difíciles. Se trasladó con su tío
a Egipto. Le prepara un ventajoso matrimonio. Mariam no acepta, pues ha
consagrado a la Virgen su virginidad. Su tío la castiga. Mariam sufre en
silencio, pero mantiene firme su propósito.
Su vida será
una odisea. Huye de casa de su tío. Se coloca como criada en una casa de Alejandría,
luego en otra de Jerusalén, de Beirut y de Marsella. Tiene un sueño y presiente
que la Virgen la va a proteger siempre.
En Marsella es
aceptada como postulante en las Hermanas de San José. Son frecuentes en ella
los raptos y éxtasis. Recibe las llagas. Estos hechos hacen cundir la inquietud
en el convento. La comunidad está dividida. Mariam no es admitida a la Profesión.
Luego lo sentirán.
Es recibida
como postulante para lega en el Carmelo de Paul. La arabita toma ahora el
nombre de Sor María de Jesús Crucificado. Llama la atención su humildad, su
candor, su sencillez, su simplicidad, su espíritu de infancia. Y a la vez sufre
ataques del demonio y pasa por la noche oscura.
El Carmelo de
Pau prepara una fundación en Mangalore, la India. Sor María va como
cofundadora. Es un viaje difícil. Tres de las seis carmelitas mueren en el
camino. Allí pronunciará Sor María su Profesión Religiosa. Siguen los fenómenos
sobrenaturales, lo que le crea problemas. Sor María se ha convertido, sin
buscarlo, en una trotamundos. Ha de volver a Paul En Pau sucede el prodigio. La
repudiada en varios conventos, concibe, como divina inspiración, la idea de
fundar un Carmelo en Belén. ¡La arabita, “la petit rien”, la pura nada,
fundadora! La toman a broma en Francia y en el patriarcado de Jerusalén. Pero vencerá.
Pio IX lo aprueba. La fundación se realizo el 1875. Sor María volvía a su
tierra, a Tierra Santa.
La leguita
sigue imparable. ¡Hay que fundar otro Carmelo en Nazaret! Marcha con un grupo a
preparar la construcción el año 1877. El Carmelo de Nazaret no se levantó hasta
1910, treinta y dos años después de la muerte de Sor María, pero ella fue quien
sembró la idea, que luego germinó.
Ya madura para
el cielo, Sor María murió el 26 de agosto de 1878, a los 32 años de edad.
Rhayuqa, otra muchacha árabe, merodeaba por el Santo Sepulcro con ganas de
morirse allí. Sor María murió en Belén. Pero si morir es nacer a la vida, es también
hermoso morir en Belén.
Sor María, la
dulce arabita, fue beatificada por Juan Pablo II el 13 de noviembre de 1983 y
canonizada por Francisco el 17 de mayo de 2015. Mariam, la árabe, y Edith
Stein, la judía, derramaran sus bendiciones sobre los pueblos árabes y sobre
Israel.
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