jueves, 27 de septiembre de 2018

Aprender a perder…

Ascesis, renuncia, sacrificio, disciplina... Son palabras muy difíciles de entender en la sociedad actual.
Lo importante es disfrutar de la vida al máximo, ahora mismo, sin límites. Gozar de todo placer. No detenerse ante nada. Poseer siempre más. No perdernos nada que nos apetezca.
¿Cómo pueden resonar en nuestra sociedad las palabras de Jesús: «Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el evangelio, la salvará»?
Antes de nada, hemos de entender bien la llamada de Jesús. No se trata de renunciar a esta vida terrena para alcanzar un día la del cielo. No se trata de menospreciar los valores materiales para alcanzar los bienes espirituales. Elegir entre esta vida o la vida futura.
Lo que se le pide al discípulo es entender su vida en términos de entrega y no de posesión. Apostar por el amor y la solidaridad, y no por el egoísmo y el acaparamiento.
Las palabras de Jesús son tajantes. Quien quiera «salvar» su tranquilidad, su cuenta corriente, su vida privada, sus intereses..., al margen del evangelio, destruirá su vida para siempre. Se echará a perder como hombre, pues está prescindiendo del amor.
Por el contrario, quien sepa «perder» dinero, tiempo, comodidad, tranquilidad..., por vivir el espíritu del evangelio, salvará su vida. Alcanzará la plenitud de la vida, pues su existencia se alimenta del amor.
Este planteamiento de Jesús puede parecernos desconcertante pero nos está indicando el verdadero camino de nuestra salvación.
Erich Fromm nos ha mostrado cómo los hombres y mujeres de nuestra época viven obsesionados por «liberarse de» ataduras, dependencias, compromisos y servidumbres. Pero, luego no saben qué hacer con esa libertad. No aciertan a «liberarse para» nada grande y constructivo. Quieren «salvarse» y terminan «perdiéndose» en el vacío, la superficialidad y la total ausencia de un proyecto de vida enriquecedor.
Por el camino del goce ilimitado y el egoísmo obsesivo nos echamos a perder. Vamos perdiendo la capacidad de amar y crear vida.
Necesitarnos aprender a «perder nuestra vida por el evangelio». Descubrir de nuevo la alegría de una ascesis creativa, abierta a la solidaridad.
Debemos aprender a renunciar a muchos placeres para descubrir «el placer», para muchos insospechado, de vivir sencillamente amando de manera gratuita y desinteresada. Un placer que también hoy es posible. JAP

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