Camino de Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos sobre el
final que le espera. Insiste una vez más en que será entregado en manos de los
hombres y estos lo matarán, pero Dios lo resucitará. Marcos dice que “no
entendían lo que les quería decir, pero les daba miedo preguntarle”. No es
difícil adivinar en estas palabras la pobreza de muchos cristianos de todos los
tiempos. No entendemos a Jesús y nos da miedo ahondar en su mensaje.
Al llegar a Cafarnaúm, Jesús les pregunta: “¿De qué discutíais por el
camino?”. Los discípulos se callan. Están avergonzados. Marcos nos dice que,
por el camino, habían discutido sobre quién era el más importante. Ciertamente,
es vergonzoso ver a Jesús, que camina hacia la cruz, acompañado de cerca por un
grupo de discípulos llenos de estúpidas ambiciones. ¿De qué discutimos hoy en
la Iglesia mientras decimos seguir a Jesús?
Una vez en casa, Jesús se dispone a darles una enseñanza. La necesitan.
Estas son sus primeras palabras: “Quien quiera ser el primero que sea el último
de todos y el servidor de todos”. En el grupo que sigue a Jesús, el que quiera
sobresalir y ser más que los demás, ha de ponerse el último, detrás de todos;
así podrá ver qué es lo que necesitan y podrá ser servidor de todos.
La verdadera grandeza consiste en servir. Para Jesús, el primero no es
el que ocupa un cargo de importancia, sino quien vive sirviendo y ayudando a
los demás. Los primeros en la Iglesia no son los jerarcas sino esas personas
sencillas que viven ayudando a quienes encuentran en su camino. No hemos de
olvidarlo.
Para Jesús, su Iglesia debería ser un espacio donde todos piensan en los
demás. Una comunidad donde estemos atentos a quien más nos pueda necesitar. No
es sueño de Jesús. Para él es tan importante que les va a poner un ejemplo
gráfico.
Se sienta y llama a sus discípulos. Luego acerca un niño y lo pone en
medio de todos para que fijen su atención en él. En el centro de la Iglesia
apostólica ha de estar siempre ese niño, símbolo de las personas débiles y
desvalidas, los necesitados de acogida, apoyo y defensa. No han de estar fuera,
lejos de la Iglesia de Jesús. Han de ocupar el centro de nuestra atención.
Luego Jesús abraza al niño. Quiere que los discípulos lo recuerden
siempre así: Identificado con los débiles. Mientras tanto les dice: “El que
acoge a un niño como éste en mi nombre a mí me acoge, y el que me acoge a mí
acoge al que me ha enviado”.
La enseñanza de Jesús es clara: el camino para acoger a Dios es acoger a
su Hijo Jesús presente en los pequeños, los indefensos, los pobres y
desvalidos. ¿Por qué lo olvidamos tanto? ¿Qué es lo que hay en el centro de la
Iglesia si ya no está ese Jesús identificado con los pequeños? JAP
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