Tensiones
familiares, vicios esclavizadores, fracasos profesionales, ruinas económicas,
enfermedades incurables,... Tantas y tantas situaciones del pasado y del
presente llevan a algunas personas a desear una muerte precoz.
Basta con leer
el libro de Job para encontrar un reflejo concreto y angustiado de este tipo de
sufrimientos: “¿Para qué dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen
amargada el alma, a los que ansían la muerte que no llega y excavan en su
búsqueda más que por un tesoro, a los que se alegran ante el túmulo y exultan
cuando alcanzan la tumba, a un hombre que ve cerrado su camino, y a quien Dios
tiene cercado?” Job 3,20–23.
Quienes se
encuentran en situaciones dramáticas necesitan ayuda, paciencia, amor, alivio,
esperanza. Muchas peticiones de muerte empiezan a apagarse cuando quien sufre
encuentra a su alrededor manos amigas y corazones cercanos.
Sin embargo,
algunos grupos ideológicos promueven una extraña forma de “ayuda” ante estos
tipos de casos: facilitar el acceso a la eutanasia o al suicidio asistido a
quienes declaran no encontrar un sentido a sus penas, dolores y angustias.
Si, además,
otros grupos de poder ven la eutanasia como un camino para ahorrar gastos
sanitarios y para vaciar hospitales que muchas veces están superpoblados, se
comprenderá cómo usan y manipulan casos extremos para llevar adelante su agenda
a favor de la mal llamada “muerte dulce”.
Por eso causa
pena ver que algunas situaciones desesperadas encuentran tanta publicidad y suscitan
debates previamente manejados. Porque, hay que decirlo con franqueza, el Estado
y otras instituciones ahorran mucho si quien podría pasar meses y meses en
costosos tratamientos pide (y consigue rápidamente) la eutanasia.
Hay que abrir
los ojos a esta realidad: detrás de algunos de los grandes promotores de la
eutanasia se esconde una visión de la economía en la que los enfermos
terminales son un gasto enorme y un “despilfarro” de recursos.
Esos
promotores ocultarán, prudentemente, sus ideas. Incluso se presentarán como
paladines del derecho a decidir y de la compasión que desea evitar sufrimientos
inútiles. En realidad, tendrían que quitarse la careta y manifestar claramente
que pretenden eliminar enfermos para ahorrar dinero.
Frente a los
grandes promotores de ideologías que desprecian a las personas improductivas y
que han llevado a la muerte a miles de personas inocentes en el pasado, vale la
pena defender la dignidad de cada ser humano, también de los enfermos, y de
buscar maneras concretas para ayudar a quienes necesitan, en sus sufrimientos,
más atenciones y, sobre todo, más cariño. FP
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