Monje y
Presbítero, 29 de Septiembre
Martirologio Romano: En
Roma, beato Nicolás de Forca Palena, presbítero de la Orden de San Jerónimo,
fundador del monasterio de San Onofre, en la colina del Janículo, descansando
ya centenario en el Señor (1449).
Fecha de beatificación: El Papa Clemente XIV confirmó su culto el 27
de agosto de 1771.
Nicolás vivió de la mitad del siglo XIV a la mitad
del siglo XV; exponente del imponente movimiento de la Tercera Orden
Franciscana que abarca desde los palacios reales hasta las casitas de los
tejedores, asumiendo formas muy diversas de vida religiosa; la magnífica
flexibilidad de la regla la hace apta para santificar todos los estados y todas
las almas. Así tenemos a santa Brígida de Suecia, esposa modelo, madre de 8
hijos, que, después de haber peregrinado a los grandes santuarios, permanece en
Roma, donde inicia una vida pobre, premiada con visiones, fundadora de una
escuela de perfección. Santa Isabel, reina de Portugal, San Elzeario de Sabran
y la Beata Delfina de Glandèves, quienes desde el trono irradian fulgores de
santidad, San Conrado Confalonieri, que cuando la mujer se hace clarisa, parte
como peregrino por Italia, y concluye su vida en el eremitorio de Noto en
Sicilia en la oración y en la penitencia. San Roque de Montpellier, quien de
rico, se hace pobre e itinerante por los caminos de Francia e Italia, dejando
un heroico mensaje evangélico en momentos de luchas y pestes.
En Forca Palena dei Peligni, pequeña región de la
provincia de Chieti (Abruzos), nace Nicolás en 1349. Después de una sana
educación entró en el seminario y fue ordenado sacerdote, ejerció por un tiempo
el ministerio de párroco en la diócesis de Sulmona. Después de la elección al
Sumo Pontificado del sulmonés Inocencio VII, deseoso de una vida de mayor
santidad, viajó a Roma, donde fue acogido por un grupo de ermitaños, que vivían
la vida de la Tercera Orden Franciscana Regular, bajo la dirección de Fray
Rinaldo del Piamonte. Su eremitorio estaba situado entre las termas de Nerón,
en una torre, con casitas y huertecillo en la región de San Eustaquio, cerca de
la iglesia de San Salvador.
Su personalidad, sus eminentes dotes intelectuales
y morales le atrajeron la estimación de todos los ermitaños, quienes a la muerte
de Fray Rinaldo lo nombraron su sucesor, su maestro y padre. Entretanto habían
crecido en número y fervor y de todas partes de Italia llegaban peticiones de
nuevas fundaciones.
Con algunos compañeros Nicolás se fue a Nápoles y
entre la vieja iglesia de San Agnello y el actual hospital de los incurables,
fundó un eremitorio, que se haría célebre por los numerosos ermitaños y por su
santidad, y la bella iglesia de Santa María Mayor en Caponapoli.
En 1434 fue llamado a Florencia por el papa Eugenio
IV, con el encargo de reformar algunos monasterios, entre ellos los de
Ricorboli y de San Agustín en el Apenino, y fundar eremitorios de su
congregación.
Cumplido el mandato pontificio, regresó a Roma, y
en el Monte Esquilino fundó el eremitorio y la iglesia de San Onofre, que luego
sería célebre por haber hospedado al poeta Torcuato Tasso. Allí fijó su última
residencia. Allí se encontró varias veces con el Beato Pedro Gambacorta de
Pisa, quien venía a Roma para impetrar la aprobación de su Congregación de San
Jerónimo cuyos ermitaños eran llamados Girolomini. Los dos santos se estimaban
y se amaban con afecto fraternal. El 1 de octubre de 1449, a los 100 años de
edad, Nicolás llegó a la patria celestial.
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