Una de las
tácticas para promover la eutanasia consiste en crear “casos” sobre los que
todos hablan. En julio de 2008 la prensa relanzó, a nivel mundial, el caso de
Eluana Englaro, una mujer italiana de 37 años que está en coma desde 1992.Los
jueces acaban de determinar que los tutores de Eluana pueden interrumpir la
hidratación y la nutrición de Eluana y provocar así una muerte terrible: de
hambre y de sed.
El caso sirve
para alimentar el debate sobre la eutanasia. Se suceden, como en otros casos,
las opiniones, los editoriales, las encuestas. Todo sirve para suscitar
emociones y, en ocasiones, para ocultar la realidad sobre la mal llamada
“muerte dulce”.
Como el debate
está en marcha, como la polvareda es enorme, busquemos al menos la respuesta a
algunas preguntas que no podemos dejar de lado. En concreto, nos fijamos en
tres preguntas.
La primera: ¿es lícito provocar la muerte de un
enfermo? La respuesta es, simplemente, no. Porque provocar la muerte, hacer
actos destinados a matar, es siempre un crimen. Aunque algún día existan leyes
que permitan la eutanasia; aunque la sociedad, bien dirigida por algunos
ideólogos, llegue a pensar que sí sería lícito. El crimen es siempre crimen, y
el homicidio convertido en algo “legal” es uno de los mayores desórdenes en la
vida de los pueblos.
La segunda: ¿cómo afrontar las peticiones de una
familia o del mismo enfermo a favor de conseguir una “muerte digna”? Pues del
mejor modo posible, es decir, con tratamientos paliativos y con un afecto
sincero y constante. Así de sencillo y así de “fácil”. Porque el tratamiento
paliativo puede incluso realizarse en casa, y porque llevaría no sólo a
“ahorrar” (¿no será el tema del dinero la verdadera causa de tantos esfuerzos a
favor de la eutanasia?), sino a tratar de un modo mucho más humano al enfermo.
Y porque donde el enfermo se siente querido y es tratado convenientemente las
peticiones de eutanasia son prácticamente nulas.
La tercera, para que no
divaguemos: ¿cómo muere una persona a la que se le deja de hidratar y de
alimentar? Lo explica un médico italiano en una entrevista en la que trata el
caso de Eluana Englaro:
“Hasta ahora Eluana no ha sufrido, al menos
así lo establecen las evidencias científicas disponibles. Pero si se le
interrumpe la alimentación y la hidratación, preparémonos a un nuevo caso Terri
Schiavo.
Las úlceras
que se le formarán en la piel, los labios resecos, las hemorragias, las
convulsiones, la necesidad de morfina, como sucedió a Terri, todo esto ¿es un
bien para Eluana?” (Entrevista en Zenit, 10 de julio de 2008). Casos como los
de Eluana Englaro, Piergiorgio Welby, Terri (o Terry) Schiavo, Ramón Sampedro,
Nancy Cruzan... deberían ser tratados con el respeto que merece cualquier vida
humana en sus últimos momentos. A la vez, se
deberían mantener en pie los criterios básicos de la medicina y de la justicia.
La medicina
sabrá ayudar y aliviar al enfermo en todo aquello que sea proporcionado y útil
para su situación; a la vez, sabrá renunciar a lo “excesivo” cuando sólo lleve
a alargar la agonía y a aumentar los dolores, mientras que ofrecerá siempre lo
mínimo necesario (tratamiento del dolor, alimentación, hidratación, limpieza).
No es un acto médico matar a un enfermo en coma a base de hambre y de sed.
La justicia,
por su parte, velará para que nunca haya seres humanos que puedan decretar la
muerte de los enfermos, y promoverá sistemas sanitarios donde los tratamientos
paliativos no sean un lujo de algunos privilegiados, sino el esfuerzo sincero
de la sociedad para cuidar y atender de la mejor manera posible a quienes se
encuentran en las últimas etapas de su existencia terrena. FP
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