En España, enfermeras de la
Asociación de Enfermería Familiar y Comunitaria de Cataluña (AIFiCC) han
realizado un estudio que analiza las repercusiones en la vida diaria después de
un infarto. Para ello, han realizado entrevistas a supervivientes de un infarto
que se visitan en la atención primaria.
Las encuestas realizadas concluyen
que el 20,7% de las personas que han sufrido un infarto experimentan cambios
negativos en su actividad sexual (en cuanto a menor cantidad y/o calidad, ya
sea por el miedo o por el consumo de fármacos), especialmente los pacientes
crónicos más jóvenes. Los que afirman que han sufrido cambios en las relaciones
sexuales tienen una edad media de 68,8 años, mientras que los que afirman lo
contrario tienen 74,7 años.
“Sufrir un infarto
puede afectar a las relaciones de pareja, a la actividad laboral y a otras
actividades de la vida cotidiana como el hecho de conducir con seguridad. La
preocupación por poder volver a hacer vida normal puede afectar negativamente a
la calidad de vida de los pacientes con enfermedad cardiovascular. Con este
estudio hemos querido hacer visibles los aspectos psicosociales que pueden
alterar el día a día de los pacientes después de un accidente cardiovascular”, afirmó
Gemma Amat, socia de AIFiCC e investigadora del estudio.
Además de valorar el grado de
afectación en las relaciones sexuales, el estudio llevado a cabo por enfermeras
del AIFiCC, ha evaluado también las alteraciones en la conducción de vehículos
y el impacto en términos de incapacidad y baja laboral. Los participantes
encuestados fueron 362 pacientes del Área Básica de Balaguer con cardiopatía
isquémica.
En los resultados se observa que
sólo un 8,3% de los encuestados han cambiado la manera de conducir o la
utilización del coche, frente a un 62,7% que no la modificaron. En cuanto al
ámbito laboral, el 20,4% necesitó la incapacidad temporal, las bajas laborales
duraron una media de 197,8 días.
“Debemos tener en
cuenta que la media de edad de los pacientes estudiados es de 74 años, por lo
tanto, muchos de ellos eran personas jubiladas, lo que disminuye el impacto
laboral”, dijo Gemma Amat, enfermera y socia del AIFiCC.
“El trabajo de las
enfermeras de atención primaria es controlar la evolución de los pacientes
después de sufrir un infarto (los hábitos dietéticos, la rehabilitación
cardiaca, la adherencia del tratamiento, el reconocimiento de los signos y
síntomas de alerta, qué hacer en caso de un nuevo episodio, realización de
pruebas complementarias, etc.), pero también hay que estar atentos a otros
aspectos de calidad de vida que pueden repercutir en su salud y bienestar
psicológico, como son la vuelta a la normalidad laboral, social y de esfera
íntima. En todas estas vertientes, la tarea de seguimiento y educación
sanitaria por parte de las enfermeras de atención familiar y comunitaria es
también relevante”, concluyó Gemma Amat. BP
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