martes, 6 de noviembre de 2018

¿Quién decide mi Vida?

No es fácil responder a esta pregunta. Y no solo porque hemos de contar con ese mundo de fuerzas inconscientes que influyen en nuestras decisiones o porque actuamos muy condicionados por el aprendizaje familiar o social, sino porque vivimos sutilmente programados desde fuera.
Nuestra vida la quieren decidir hoy desde el mercado; la sociedad de consumo necesita saber, no quiénes somos, sino qué vamos a consumir, el dinero del que vamos a disponer, las nuevas necesidades que se han de despertar en nosotros. Desde una perspectiva mercantilista lo que importa es si yo seré un buen consumidor, no una persona digna.
La publicidad, por su parte, pretende marcar qué intereses hemos de tener y hacia dónde hemos de dirigir nuestros gustos y apetencias. Y de la misma manera que la moda decide cómo hemos de vestir, las corrientes culturales nos dictan cómo hemos de pensar, qué hemos de sentir y amar o cómo hemos de valorar los diversos aspectos de la vida.
Al mismo tiempo, cada uno se esfuerza por cumplir lo mejor posible su rol para funcionar ágilmente en esta sociedad. Y uno aprende a ser un buen vendedor, un empleado eficaz o un profesor estimado, aunque su verdadera personalidad se diluya detrás de una máscara.
Es difícil no dejarse vivir desde fuera. Pero el camino de una maduración personal no es aceptar como criterio algo tan postmoderno como el «me apetece» o «me gusta»; ésa puede ser la manera más ingenua de abandonarse al zarandeo de cualquier moda cambiante. Lo más importante es plantearse desde dónde quiero vivir, a quién o a qué le doy poder para decidir mi vida.
«Escoger mi vida» exige acertar con un hilo conductor que oriente de manera más o menos consciente mis decisiones y mi actuación. Y es aquí donde la fe cristiana puede tener un lugar decisivo para elegir un estilo acertado de vivir.
La tarea, sin embargo, no es sencilla pues cuando Jesús explica cómo entiende y vive su vida y la ofrece como modelo a sus discípulos, dice estas sorprendentes palabras: «El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate de muchos.» Según Jesús, la vida se entiende y se vive en su verdadero contenido humano cuando uno se entrega, no a competir, producir, ganar o dar imagen, sino a algo tan poco «normal» y «presentable» en nuestra sociedad como es servir, ayudar, compartir.
Hay muchos estilos de vivir. Desde el que dice «mi vida es mía y solo mía» hasta el que decide darla de mil formas poniéndola al servicio de los demás. Para el cristiano solo ésta es la manera acertada de vivir. JAP

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