Mártires, 22 de Mayo
Elogio: En África,
santos Casto y Emilio, mártires, los cuales, según escribe san Cipriano, aunque
vencidos en una primera batalla, el Señor los restituyó victoriosos en un
segundo combate para que fuesen más fuertes frente a las llamas, ante las que
habían cedido la primera vez, y finalmente consumaron su sacrificio por el
fuego.
Uno de los
problemas disciplinares (pero con honda significación religiosa, ya que está en
juego toda una concepción de la misericordia divina) que afrontó la Iglesia en
sus primeros siglos, y que enfrentó en su seno posturas divergentes, fue el
conflicto llamado de los «lapsi» (o «relapsi»), es decir, de los cristianos
que, bajo el rigor de la tortura, o simplemente por miedo, caían en apostasía
(de allí el nombre de «lapsi», es decir, caídos), pero que luego se arrepentían
y deseaban volver a la fe. Algunos, como san Hipólito, sostenían una respuesta
intransigente: no debían ser readmitidos de ninguna manera; otros, una postura
enteramente laxa: debían ser readmitidos sin ninguna condición; finalmente
otros, como san Cipriano, estimaban que tenían que poder volver a la fe, pero
mediante una penitencia, que debía establecerse caso por caso, ya que no es lo
mismo el cristiano que apostató para no ser molestado por las autoridades o
para no perder sus bienes, que el que lo hizo bajo una extrema tortura. La
postura de Cipriano fue la que oficialmente adoptó el Norte de África (señero
en la fe de esos siglos), y el Obispo de Roma, no sin graves disputas y
momentos de cisma.
Para ilustrar
su tesis Cipriano escribe un tratado dedicado precisamente a los «Lapsi», en el
que cuenta el caso de estos dos mártires, Casto y Emilio, que en la
persecución, fueron vencidos por la fuerza de las crueles torturas pero,
arrepentidos, dieron finalmente su testimonio cruento por el fuego.
Desgraciadamente, no es posible saber más sobre su vida, ni sobre las
circunstancias del martirio; en la actualidad se ubica el hecho en las
persecuciones de Septimio Severo (inicios del siglo III), pero la obra de
Cipriano es de tiempos de las persecuciones de Decio (mediados del siglo III) y
en algunas hagiografías se ubica en esa época la gesta de estos dos mártires.
San Agustín, en el sermón 285, que predicó el día de su fiesta, enseña, a
partir del ejemplo de estos mártires, que la fuerza para enfrentar el martirio
no proviene del propio mártir: «Fortasse et ipsi de suis viribus antea
praesumpserunt, et ideo defecerunt», «posiblemente ellos confiaron primero en
sus propias fuerzas, por eso cayeron» (PL 38: Sermón 285,4).
Los nombres de
estos santos aparecen en varios martirologios antiguos. El Calendario de
Cartago, que data a lo más de mediados del siglo V, los menciona.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario