A la hora de hablar de malestares
generales, hay uno del que no escapa casi nadie alguna vez en la vida: la
acidez estomacal. Uno de cada
cuatro adultos en Argentina vive en forma crónica con enfermedad
por reflujo gastroesofágico (ERGE), a lo que comúnmente se le llama acidez,
afección que se incrementó en las últimas dos décadas, entre otras causas, por
el avance de la obesidad y factores vinculados al estilo de vida.
“El reflujo es un fenómeno
fisiológico que sucede especialmente después de las comidas y durante un breve período de tiempo. Se
puede presentar de una forma típica como es la sensación de ardor o quemazón en
la zona de la boca del estómago, o a nivel del pecho o la garganta, o como una
sensación de retorno del contenido que comimos y está en el estómago, hacia la
boca”, explica la Licenciada en Nutrición y Docente de la Universidad ISALUD
Paola Hernández. Y añade que “hay otros síntomas o signos de alarma que
pueden ser: hemorragias gastrointestinales, vómitos persistentes, disfagia,
anemias ferropénicas, pérdida de peso (sin que uno la esté buscando), o alguna
tumoración que pueda palpar el médico”.
¿Cuáles son los riesgos de no
tratar la acidez en forma adecuada? "En general es una enfermedad benigna
-responde Hernández-, aunque en algunas ocasiones su persistencia y la intensidad de los síntomas pueden
interferir con la vida diaria. Es una molestia frecuente en la población en
general, que puede ser causada por la presencia de una hernia de hiato, sobrepeso, mala
alimentación, sedentarismo, algunos medicamentos que la producen y es muy común
que se presente en mujeres durante el embarazo”.
En el tratamiento del reflujo se
usan medicamentos como antiácidos, bloqueadores de histaminas, inhibidores de
la bomba de protones (omeprazol o pantoprazol), precisa la profesional. No
obstante, advierte que “abusar de esos
fármacos genera un bloqueo en la primera línea de defensa a nivel
digestivo y, a largo plazo, puede tener consecuencias como el sobrecrecimiento
bacteriano a nivel intestinal. Es por eso que se aconseja siempre a mejorar los
estilos de vida y reducir en lo posible el consumo de medicamentos, porque
estos a la larga tienen un impacto negativo en la microbiota intestinal”.
En cuanto a cambios en la
alimentación que pueden ayudar, Hernández compartió las siguientes
recomendaciones:
·
Es importante la reducción del consumo de sal ya
que esta aumenta el reflujo.
·
Disminuir
las comidas ricas en grasas,
ya que favorecen el aumento de peso y en consecuencia la presencia del reflujo.
·
Otra cuestión importante es reducir y/o moderar el consumo de bebidas
carbonatadas porque aumenta el reflujo gastroesofágico que se
produce al relajar el esfínter del esófago.
·
Los
alimentos muy picantes dañan a la mucosa y
hacen que esté más reactiva
·
Las bebidas alcohólicas y
estimulantes como café o mate,
también tienen una acción local a nivel de las células del estómago.
·
El
chocolate y la menta tampoco son aconsejables en
aquellas personas que sufren esta patología.
·
Las
frituras, los alimentos muy tostados o con excesiva costra y el azúcar caramelizado también se suman a la
lista de alimentos que se aconsejan limitar en el consumo diario.
·
Si bien antes se hablaba de
alimentos como la cebolla o el ajo como causantes, al día de la fecha no está
comprobado así que no se recomienda limitar su consumo para tratarlo.
“La consulta profesional y la
adecuación del consumo de alimentos para cada momento, resulta clave en el
tratamiento”, concluyó Hernández, quien destacó la importancia de seleccionar
en forma personalizada los alimentos de acuerdo a la tolerancia de cada persona
y de la práctica de actividad física en forma regular.
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