martes, 23 de marzo de 2021

La biopolítica del coronavirus…

Una de las teorías de las relaciones internaciones puede darnos elementos de reflexión para comprender el fenómeno de la pandemia que estamos transitando: el posmodernismo.

En este espacio de conocimiento convergen de manera transdisciplinaria la psicología, el psicoanálisis, el análisis del discurso, la lingüística, la crítica literaria,  la ciencia política y la sociología, todas en torno del pensamiento político internacional.

El posmodernismo –y/o el posestructuralismo– tiene una serie de postulados centrales: la interpretación genealógica de los fenómenos, la tarea de deconstrucción de la realidad como talidad para reconstruir la noción de totalidad; la relación interdependiente entre el poder y el conocimiento, la disolución del término de soberanía estatal, los cambios en la territorialización y el estado de excepción.  

Si bien este espacio de pensamiento lo ocupan una serie de pensadores de la  densidad filosófica de Jaques Derrida, Roland Barthes, Jacques Lacan, Edward Said, Federico de Ornis, incluso el mismo Nietzsche, dos autores son los que se destacan en los conceptos centrales para analizar el tema de este artículo: Michel Foucault y Carl Schmitt.

A partir de ellos, el covid-19 debe pensarse en una genealogía de un linaje infectológico de las pandemias de la humanidad, en donde en muchos casos se relacionan con pérdidas de equilibrios ecológicos en el vínculo hombre-naturaleza.

A partir de esto, la pandemia no es algo dado, que está ahí para ser analizado ‘objetivamente’. Más bien se trata de un constructo de interrelaciones sociales, económicas, científicas y políticas. Al observarlo estamos creando su realidad. De ahí las múltiples interpretaciones de la pandemia en función de quien lo mire y dónde esté situado como ‘textualidad’, al decir de Derrida.  

A su vez, no hay una dimensión sanitaria de la pandemia separada de las consecuencias socioeconómicas y emocionales. La pandemia es todo eso junto, que se desagrega en función del interés agrietado que en el péndulo interpretativo busca dominar uno de los lados de esta ficticia dualidad.

Más que nunca se observa la relación del poder con el conocimiento, en donde en cada momento se construyen relatos que validan una parte de la realidad para sostener lo que Foucault denominó “régimen de veridicción”: procedimientos argumentales para sostener que algo es verdadero o falso en función de relaciones de poder, con dimensiones geopolíticas en este caso.

Existen ‘narrativas’ que intentan establecer que los hechos generados por el Covid son ‘eventos neutrales’ sin estar conectados con relaciones de intereses corporativos y gubernamentales  para regular el mundo de la vida.

Asimismo, se observa cómo las soberanías estatales se disuelven dando lugar a la universalidad del problema. Los Estados se transforman en gendarmes de la aplicación de las reglas de una lógica planetaria que moldea las libertades y los vínculos de socialización.

Observamos cómo el territorio se mundializa pero se mantienen las mismas estructuras de concentración. Más aún, estas se han acrecentado mostrando las miserias de la modernidad, cada vez más líquida y deforme.

Finalmente se impone –siguiendo a Giorgio Agamben, que se apoya en Carl Schmitt– un ‘estado de excepción’: todo está sujeto a una nueva normalidad regulada y controlada para un nuevo hombre posmoderno inmunizado (el Uno) que quiere reconstruir su sujeto desmoronado y sus vínculos sociales virtualizados. Aparece un nuevo sujeto excluido: el infectado y el no vacunado (el Otro).

Las relaciones internacionales y la disciplina homónima que las estudia tienen al Covid en el centro de la escena, y este ha superado las categorías analíticas del realismo y sus debates endogámicos con el liberalismo institucionalista. Solo hace falta escuchar estas nuevas voces que puedan reflexionar críticamente y busquen soluciones prácticas para sociedades y Estados-nación completamente diferentes.

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