De san Adolfo sabemos que era abad en la influyente abadía de San Vaast, y que fue elegido obispo de Cambrai-Arras en el 717, para suceder a Hunoldo, “por aclamación del pueblo, con la aceptación del clero y el voto favorable del rey Chilperico (II)”, como reza el Martirologio Germánico. Adolfo murió en fama de santidad, y fue enterrado en la iglesia de San Pedro, junto a la sepultura del fundador, en el monasterio de San Vaast. Su epitafio (anterior al siglo X) decía: Aquí yace el santo, espejo de piedad, Adolfo que, atento al coro angélico, rigió Arras. Dulce antecesor, Padre, echa fuera nuestras culpas, y con amor otorga buenos dones a tu grey.
El lugar fue conocido por los milagros que se producían en él, y el obispo Engrano, en el siglo X, obedeciendo a unas visiones que había tenido, hizo levantar el cuerpo para un reconocimiento de las reliquias, y en el propio acto del levantamiento se produjeron milagros que están registrados en la crónica del monasterio, como la liberación de una mujer posesa, por lo que el obispo proclamó inmediatamente la santidad de Adolfo. Esto ocurrió en el año 957.
Con posterioridad fue trasladado a la catedral de Arras, y puestos sus restos en una urna de plata. La fecha local de celebración es el 31 de agosto, posiblemente el aniversario de una de las traslaciones de reliquias.
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