Texto del Evangelio (Jn 15,9-11): En aquel
tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Como el Padre me amó, yo también os
he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y
permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea colmado».
«Como
el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros»
Comentario: Rev. D. Lluís
RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)
Hoy escuchamos
nuevamente la íntima confidencia que Jesús nos hizo el Jueves Santo: «Como el
Padre me amó, yo también os he amado a vosotros» (Jn 15,9). El amor del Padre al Hijo es inmenso, tierno,
entrañable. Lo leemos en el libro de los Proverbios, cuando afirma que, mucho
antes de comenzar las obras, «yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos
los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo» (Prov 8,30). Así nos ama a nosotros y,
anunciándolo proféticamente en el mismo libro, añade que «jugando por el orbe
de su tierra, mis delicias están con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).
El Padre ama al
Hijo, y Jesús no deja de decírnoslo: «El que me ha enviado está conmigo: no me
ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él» (Jn 8,29). El Padre lo ha proclamado
bien alto en el Jordán, cuando escuchamos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he
complacido» (Mc 1,11) y, más tarde, en
el Tabor: «Éste es mi Hijo amado, escuchadle» (Mc 9,7).
Jesús ha respondido,
«Abbá», ¡papá! Ahora nos revela, «como el Padre me amó, yo también os he amado
a vosotros». Y, ¿qué haremos nosotros? Pues mantenernos en su amor, observar
sus mandamientos, amar la Voluntad del Padre. ¿No es éste el ejemplo que Él nos
da?: «Yo hago siempre lo que le agrada a Él».
Pero nosotros, que
somos débiles, inconstantes, cobardes y —por qué no decirlo— incluso, malos,
¿perderemos, pues, para siempre su amistad? ¡No, Él no permitirá que seamos
tentados por encima de nuestras fuerzas! Pero si alguna vez nos apartásemos de
sus mandamientos, pidámosle la gracia de volver corriendo como el hijo pródigo
a la casa del Padre y de acudir al sacramento de la Penitencia para recibir el
perdón de nuestros pecados. «Yo también os he amado —nos dice Jesús—. Os he
dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Jn 15,9.11).
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