4 de mayo - Día Mundial del Asma.
Según la OMS en
la actualidad hay alrededor de 300 millones de pacientes con asma alrededor del
mundo. En Argentina, según estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación,
hay unas 3.5 millones de personas que sufren de esta afección, representando a
un 8% de la población. A su vez, se sabe que en el país afecta al 5% de los
adultos y que es una de las principales enfermedades crónicas en niños y
adolescentes.
«El asma es una
enfermedad crónica de las vías respiratorias caracterizada por un
estrechamiento de la luz bronquial. Esto se provoca por broncoconstricción y
por un aumento de la mucosidad que puede afectar a personas de todas las
edades, aunque es más frecuente en los chicos y en personas que tienen
antecedentes personales o familiares de asma, siendo reversible con tratamiento
en la mayoría de los casos», explicó el Dr. Gastón De Stefano, neumonólogo
de INEBA Instituto
de Neurociencias Buenos Aires.
Sus síntomas
incluyen sensación de pecho cerrado, dificultad respiratoria (disnea), tos o
silbidos (sibilancias) en el pecho. Estos generalmente son variables siendo una
de las características principales de la enfermedad.
Más allá de la
edad del paciente, en la mayoría de los casos existen factores que pueden
desencadenar o empeorar los síntomas como las infecciones virales, polvos
ambientales, ácaros, polen, pelos de animales, humo de tabaco, ejercicio,
estrés, medicamentos como AINES o betabloqueantes. Como toda enfermedad crónica, se controla
pero no se cura. Sin embargo, quienes la presentan pueden llevar una vida
normal con las estrategias de tratamiento correspondiente.
«A menudo el
asma no se diagnostica correctamente debido, muchas veces, a la baja percepción
de los síntomas por los pacientes y al subdiagnóstico. Esto hace que las
personas no reciban el tratamiento adecuado, creando así una importante carga
en el sistema de salud por las múltiples consultas ambulatorias y atención por
guardia, y pudiendo limitar su actividad cotidiana durante gran parte de su
vida», comentó el especialista.
El diagnóstico
de asma se basa en la presencia de los síntomas mencionados, sumados a la
realización de pruebas de función pulmonar como la espirometría. Esta es una
prueba no invasiva que mide la capacidad pulmonar mediante el volumen de aire
que se espira. Permite comprobar si existe obstrucción de los bronquios, así
como su intensidad. También se puede medir la variabilidad del flujo máximo,
mediante un pico flujo (aparato portátil) que permite constatar la capacidad
pulmonar de la persona y estudiar las variaciones diarias.
Opciones
terapéuticas
Entre los
tratamientos farmacológicos existen dos tipos de medicación disponibles:
·
De rescate: se usan sólo para aliviar rápidamente los síntomas, siendo los
broncodilatadores de acción rápida los más conocidos. Suelen presentarse en
aerosol o solución para nebulizar.
·
De control: son medicamentos que se utilizan de manera continua y permanente a fin de
prevenir la presentación de síntomas, evitar que se usen los medicamentos de
rescate y reducir las crisis asmáticas. Se trata principalmente de corticoides
inhalados asociados o no a broncodilatadores de acción prolongada, entre otros.
«Más allá de
estos tratamientos, existen nuevas terapias biológicas que son recomendadas
para un grupo de pacientes que no logran controlar sus síntomas con las
terapias mencionadas anteriormente. Se los conoce como grupos de asma de
difícil manejo o asma grave, y representan a un 5% del total de los pacientes
asmáticos», comentó el Dr. De Stefano.
Además de las
medicaciones, la enfermedad tiene tratamientos no farmacológicos, basados en
estilos de vida saludable. Para ello, se recomienda a los pacientes:
·
Evitar el
tabaco, ya que los pacientes asmáticos fumadores tienen peor control de la
enfermedad y menor respuesta al tratamiento farmacológico.
·
Realizar
actividad física de forma regular ya que el movimiento mejora la condición
cardiovascular y la tolerancia al esfuerzo de los pacientes.
·
Evitar la
contaminación ambiental
·
Recibir
periódicamente las vacunas antigripal y antineumocócica.
·
Evitar contacto
con diferentes alérgenos como ácaros del polvo (disminuir el uso de alfombras,
moquetas, cortinas y objetos que acumulen polvo), pólenes (no permanecer mucho
tiempo al aire libre los días de alto nivel de polinización), animales (evitar
contacto con las mascotas en el dormitorio y en el sofá)
·
Evitar la
humedad en el hogar y ventilar frecuentemente.
Su
relación con el virus de la COVID-19
No existe
evidencia hasta la fecha de que los pacientes asmáticos presenten mayor riesgo
de infección por coronavirus que la población general. De todas maneras, la OMS
indicó que padecer asma, así como también otras enfermedades respiratorias
crónicas, lo pone al paciente en un riesgo mayor al estar infectado.
A su vez, no
existe evidencia al momento que demuestre que los tratamientos habitualmente
empleados en el tratamiento de mantenimiento del asma empeoren el pronóstico de
la enfermedad por COVID-19, por lo que suspenderlos puede aumentar el riesgo de
padecer una crisis de asma.
«Desde la
Asociación de Medicina Respiratoria se recomienda a los pacientes no
discontinuar su medicación de mantenimiento con corticoides inhalados
(monoterapia o terapia combinada con broncodilatadores de acción prolongada).
Lo mismo respecto al tratamiento con terapias biológicas. Tampoco debe ser
suspendido. Lo único que actualmente no se recomienda es el uso de
nebulizadores por el alto riesgo de dispersión de partículas contaminantes y se
sugiere reemplazarlo por inhaladores de polvo seco o MDI con aerocámara»,
concluyó el neumonólogo. BP
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