Al aproximarnos
al ser humano para responder a su propia identidad no podemos sino mirarlo como
una unidad: cuerpo, alma y espíritu. La persona humana es, «por su propia
naturaleza, una unidad bio-psico-espiritual. Existe por lo tanto una íntima
relación entre lo exterior y lo interior, de manera que lo exterior repercute
en lo interior, y viceversa».
La palabra
‘unidad’ nos hace entender que el ser humano no es un compuesto, una suma de
partes o elementos. No son tres naturalezas. Son tres dimensiones de una misma
persona. Para comprender mejor esta unidad trial propia del ser humano,
recordemos las palabras de San Pablo: «Que Él, el Dios de la paz, os santifique
plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma, y el cuerpo, se
conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tes 5,23).
El hombre es un
ser corporal; ésta es una realidad que se constata inmediatamente. Nuestro
cuerpo tiene requerimientos físicos, necesidades vinculadas a esta dimensión,
que no pueden ser desatendidas: respiración, alimento, bebida, abrigo y otras
necesidades vinculadas al bienestar. La persona además de necesitar lo básico
para sobrevivir requiere que su organismo mismo se desarrolle y viva en un
ambiente adecuado para su expansión adecuada. Es claro que lo biológico no
explica todo lo que somos. Si seguimos avanzando en nuestra propia experiencia
como personas, advertimos que nuestra relación con el mundo trasciende este
nivel: así llegamos a descubrir que poseemos una dimensión psicológica. Esta
dimensión tiene también sus propios requerimientos o necesidades, que el hombre
experimenta como necesidades intelectuales (de saber, comprender, abarcar la
realidad, etc.) y necesidades afectivas. En ese sentido, podemos decir que en
la dimensión del alma, o psico-afectiva, el hombre experimenta también una
serie de necesidades que deben ser saciadas y que preceden en orden de dignidad
a las necesidades físicas.
Ninguna de
estas dos dimensiones agota la realidad del ser humano, sino que descubrimos
algo más profundo e íntimo. Dicha realidad es la espiritual, que permanece como
referencia continua de mi vida. Ésta dimensión se expresa como huella de Dios
en el ser humano, lo que se llama mismidad, que consiste en el núcleo mismo del
hombre. En dicha dimensión se encuentra la conciencia y la libertad humana, así
como la apertura al encuentro, la capacidad de relacionarse con Dios, y la
apertura al sentido de la existencia.
Un gran
problema en la actualidad es el reduccionismo; esto significa que al tratar de
entendernos a nosotros mismos tendemos a tomar una parte de lo que vemos y
convertirla en la explicación global. De manera que podemos decir que el hombre
no es solamente sus sentimientos o emociones, como tampoco es solamente su
cuerpo, o sus roles o personajes, o pensamientos. El ser humano es unidad y la
dimensión espiritual es la más importante, pero no anula a las demás áreas sino
que debe haber una jerarquía, de manera que sea lo espiritual lo que dirija y
nutra la realidad corporal y psicológica.
Quien pretenda
la realización humana sólo saciando las necesidades físicas o buscando el
equilibrio psicológico sin la vida espiritual, permanecerá frustrado, incluso
en el ámbito físico y psicológico. Hoy en día el hombre contemporáneo es
invitado a plenificar su existencia como unidad: cuerpo, alma y espíritu. Se
trata de vivir el señorío de sí mismo, trabajando porque sus tres dimensiones
apunten armónicamente a la santidad en la vida cotidiana. HdelCD
GRACIAS AMIGO LUIS BARAVALLE, CORTA ESCRITURA LLENA DE CONTENIDO AMOROSO, SABIDURÍA Y DONES EN ESPÍRITU SANTO Y VERDADERA VIDA EN CRISTO JESÚS, CAMINO , VERDAD Y VIDA ETERNA GLORIOSA EN DIOS UNO Y TRINIDAD DE PERSONAS GLORIOSAS, ABRAZOS Y GRATITUD . SALUDOS PARA PATRICIA BROWN , Bernardo con Cristo YO SOY En Mí .
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