Dios,
en su infinita Misericordia, nos juzgará considerando lo bueno que hemos
recibido y lo malo que hemos sufrido a lo largo de la vida. Esto se explica muy
claramente en la trascendental parábola de los talentos: nuestra vida será
vista por el Justo Juez en base a los dones, gracias o dolores por los que
hemos atravesado, sopesando nuestras respuestas frente a los claroscuros que
atravesamos en nuestro paso por la tierra. A quien más se le da, más se le
pide. Pero quienes poco recibieron, serán considerados de modo distinto
también. Debemos rendir cuenta de los muchos o pocos talentos recibidos.
¿Pero
como administra Jesús esos talentos? Muchísimas veces, son otras criaturas las
que dan o quitan dones o dolores a las almas. Y una parte importante de esta
forma particular en que Dios realiza Su Voluntad, es poniéndonos a cargo de
otros, en forma parcial o total, a lo largo de nuestra vida.
Si
soy padre o madre, doy o quito talentos a mis hijos. Si mi hijo se vuelve
drogadicto como directa o indirecta consecuencia de la mala formación que le
doy, Jesús será Misericordioso con él en la contemplación de su caída, pero Su
Justicia pondrá los ojos en mí, ya que el rol paterno o materno me dio talentos
para que se los dé o quite a mis propios hijos. ¿Qué hice con ellos?
Del
mismo modo, si mi hijo se santifica en una vida plena de gracia, Dios mirará
con gozo no sólo la propia santidad de mi hijo, sino mi trabajo paterno/materno
que colaboró a llevarlo a tan glorioso lugar.
Si
soy jefe o estoy a cargo laboralmente de alguien, doy o quito talentos también.
Si mi empleado se corrompe porque yo promoví la corrupción en él, Jesús
considerará este hecho en Su Juicio sobre su vida. Por supuesto que la persona
debió optar por corromperse o apartarse de la mala influencia del jefe, pero mi
liderazgo negativo empujó en gran medida a un alma a quebrar sus principios
morales. Y Jesús me juzgará como líder negativo, que produjo un efecto
multiplicador del mal sobre quienes puso a mi cargo. Si, en cambio, mi
liderazgo laboral lleva a las personas al bien y la honestidad, será que todos
recibimos la mirada agradable del Señor. Podríamos
expandir los ejemplos a los Sacerdotes con sus fieles, a los maestros con sus
alumnos, a los lideres deportivos o artísticos con su influencia sobre la
juventud, a los referentes visibles frente a la opinión pública, los políticos
frente a su pueblo, los jueces administrando justicia, el niño líder admirado
por sus amiguitos, una ama de casa que tiene una empleada doméstica a su cargo,
y así casi hasta el infinito.
La
salvación o condenación de mi propia alma, entonces, tiene mucho que ver con
los actos de quienes estuvieron bajo mi tutela, como directa consecuencia de
mis actos sobre ellos. Lo bueno que ellos hacen producto de mis enseñanzas, o
de mi ejemplo, nos beneficia a ambos. Y lo malo, nos perjudica a ambos, pero
cae sobre quien estuvo a cargo con un peso mayor por haber administrado mal,
frente a otros, los talentos que Dios dio. Cuantas
más personas Dios pone a mi cargo, mayor será el efecto multiplicador de
santificación o condenación que mis actos sobre los demás generan sobre mi
propia alma.
De
tal modo: TODO PODER,
LIDERAZGO O INFLUENCIA SOBRE OTROS, VIENE DE DIOS.
Toda
autoridad o poder de referencia que tengamos sobre los demás es una
responsabilidad enorme frente a nuestra propia salvación o condenación. El
poder multiplicador del bien o del mal actúa en directa proporción a lo que
hagamos con nuestra capacidad de influir sobre quienes, de un modo u otro, están
a nuestro cargo o bajo nuestra influencia.
¿Tienes
en claro quiénes están a tu cargo o bajo tu influencia? ¿Eres consciente de
quienes te tienen como modelo, quienes te miran para imitarte o seguir tus
instrucciones? Si a ellos les va bien o mal frente a Dios, con su propia alma,
es algo que debiera importarte, y mucho.
Dios
te ha dado mucho para que des a los demás. ¿Lo estás dando realmente como Dios
espera? ¿Notas los efectos benéficos o adversos de tus actos u omisiones de
hacer?
¡Cuida
y multiplica los talentos que el Señor te ha dado y te da día a día, llegará la
hora de rendir cuentas por ello! OS
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