Ábrete - La
soledad se ha convertido en una de las plagas más graves de nuestra sociedad.
Los hombres construyen puentes y autopistas para comunicarse con más rapidez.
Tienden cables para asegurar la comunicación telefónica. Lanzan satélites para
transmitir toda clase de ondas entre los continentes. Pero los hombres están
cada vez más «solos en su propia choza».
El contacto humano se ha enfriado en muchos ámbitos
de nuestra sociedad. La gente no se siente demasiado responsable de los demás.
Cada uno vive su mundo. No es fácil el regalo de la verdadera amistad.
Hay quienes han perdido la capacidad de llegar a un
encuentro cálido, cordial, sincero. Se sienten demasiado extraños a los demás.
No son ya capaces de entender y amar sinceramente a nadie, y no se sienten
comprendidos ni amados por nadie.
Quizás se relacionan cada día con mucha gente. Pero
en realidad no se encuentran con nadie. Viven aislados. Con el corazón
bloqueado. Cerrados a Dios y cerrados a los demás.
Cuántos hombres y mujeres no necesitan hoy escuchar
las palabras de Jesús al sordomudo: «Ábrete». No es casualidad que se narren en
los evangelios tantas curaciones de ciegos y sordos. Son una invitación a que
abramos nuestros ojos y nuestros oídos para acoger la buena noticia de Jesús y
la salvación que se nos ofrece desde Dios.
También a nosotros se nos hace una invitación a
abrirnos. Sin duda, las causas de la incomunicación, el aislamiento y la
soledad creciente entre nosotros son muy diversas. Pero, casi siempre tienen su
raíz en nuestro pecado.
Cuando actuamos egoístamente, nos alejamos de los
demás, nos separamos de la vida y nos encerramos en nosotros mismos. Queriendo
defender nuestra propia libertad e independencia con celo exagerado, caemos en
un aislamiento y soledad cada vez mayor.
Tenemos que aprender, sin duda, nuevas técnicas de
comunicación en la sociedad moderna. Pero debemos aprender antes que nada, a
abrirnos a la amistad y al amor verdadero.
El egoísmo, la desconfianza y la insolidaridad son
también hoy lo que más nos separa y aísla a unos de otros. Por ello la
conversión al amor es camino indispensable para escapar de la soledad. El que
se abre al amor al Padre y a los hermanos, no está solo. JAP
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