Las cataratas constituyen, junto a
la degeneración ocular asociada a la edad (DMAE) y el glaucoma, la primera
causa de ceguera en todo el mundo. Concretamente, las cataratas se producen por
un aumento de la opacidad del cristalino, lo que dificulta el paso de la luz a
la retina y, por ende, la llegada de la información visual al cerebro.
El resultado es que los afectados,
en su inmensa mayoría personas mayores –las cataratas pueden desarrollarse a
cualquier edad, habiendo incluso casos de niños afectados ya en el momento de
su nacimiento–, sufren una pérdida progresiva de la visión.
La buena noticia es que las
cataratas se pueden operar. Y se trata de una operación cuyos beneficios van
más allá de la mejora de la capacidad visual. Y es que como muestra un estudio
desarrollado por investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles
(EEUU), la operación de cataratas se asocia con una reducción del riesgo de la
mortalidad tanto general como asociada a distintas enfermedades específicas. O
así sucede, cuando menos, en mujeres.
La Dra. Anne L. Coleman, directora
de esta investigación publicada en la revista JAMA Ophthalmology,
explica que «en nuestro trabajo, la operación de cataratas se asoció con un
menor riesgo de mortalidad general y causa-específica en mujeres mayores. Sin
embargo, la razón para esta asociación permanece desconocida».
En los últimos años se han
realizado distintos estudios que ya han demostrado que la operación de
cataratas se asocia a una reducción de la mortalidad general. Un beneficio que
trasciende de la ‘mera’ recuperación de la visión y que, según los resultados,
podría, quizás, explicarse por la mejora inducida por la intervención en el
estado de salud general y la independencia funcional del paciente.
Pero, ¿esta operación de cataratas
también conlleva una reducción de la mortalidad causa-específica, es decir, por
una enfermedad concreta, caso por ejemplo del cáncer?
Para responder a esta pregunta,
los autores siguieron la evolución de 74.044 mujeres mayores que,
diagnosticadas de cataratas entre los años 1993 y 2015, tomaban parte en la
‘Iniciativa de Salud de la Mujer’ (WHI) –macroestudio estadounidense en
desarrollo en el que se evalúan distintas estrategias de prevención de
múltiples enfermedades en mujeres postmenopáusicas y edades comprendidas entre
los 50 y los 79 años y que, entre otros datos, aúna información sobre
mortalidad general y causa-específica.
En total, el número de participantes
que se sometieron a una operación de cataratas ascendió a 41.735,
estableciéndose la edad promedio en la que se acometió la intervención en 71
años. Y esta operación, ¿tuvo algún impacto sobre la calidad de vida de las
mujeres? Pues sí, y muy notable.
Los resultados mostraron que la
intervención se asoció con una reducción de hasta un 60% en la mortalidad
general –o ‘por cualquier causa’–. Y asimismo, que las pacientes operadas
tenían un riesgo entre un 37% y un 69% menor de fallecer a consecuencia de una
enfermedad pulmonar, infecciosa, neurológica, cardiovascular y
oncológica.
Llegados a este punto, ¿cómo se
explica este beneficio de la operación de cataratas sobre la esperanza de vida?
Pues ha dado que se trata de un estudio de tipo observacional y, por tanto, no
pueden extraerse conclusiones del tipo ‘causa y efecto’, la verdad es que, como
reconocen los autores, no se sabe.
Los investigadores concluyeron
diciendo que «nuestro trabajo tiene algunas limitaciones, incluido el hecho de
que toda la cohorte de participantes en el WHI es femenina, por lo que nuestros
hallazgos no pueden extrapolarse a los pacientes varones». BP
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