Según
los últimos relevamientos disponibles, seis de cada diez habitantes del país
tienen sobrepeso y de esos seis, dos son obesos. La importancia de cuidarse
desde la infancia para no dañar el corazón.
Desde 2016, en Argentina el tercer
miércoles de octubre se celebra el Día Nacional de la Lucha
contra la Obesidad para instalar la
problemática en la agenda pública y sensibilizar a la población acerca de la
importancia de la prevención y el control de esta enfermedad que no solo afecta
al cuerpo desde lo estético, sino que daña todo su funcionamiento.
Según la Organización mundial de
la salud (OMS) la obesidad se define como la acumulación anormal o excesiva de
grasa que puede ser perjudicial para la salud. El tejido adiposo que se acumula
en la zona del abdomen es un importante factor de riesgo para el desarrollo de
enfermedades cardiovasculares, diabetes, HTA y varios tipos de cáncer.
De acuerdo con las últimas
encuestas, seis de cada diez argentinos tienen sobrepeso y de esos seis, dos se
consideran obesos.
“El sobrepeso y la obesidad son
producto de estilos de vida poco saludables que combinan una mala alimentación
con poca actividad física. El exceso de grasa corporal aumenta el riesgo de
sufrir problemas de salud, especialmente enfermedades cardiovasculares y
ataques cerebrales”, explica el Dr. Hernán Provera, médico cardiólogo y Jefe
del Departamento de Riesgo Cardiovascular de INEBA.
La obesidad genera diferentes
riesgos: eleva los niveles de LDL («colesterol malo») y triglicéridos, reduce
los niveles de HDL o «colesterol bueno», aumenta la presión arterial; causa
diabetes, aumenta el riesgo de asma del adulto y otros problemas respiratorios;
incrementa el riesgo de apnea obstructiva del sueño (AOS); y genera mayor
predisposición a desarrollar ciertos tipos de cáncer (endometrial, de mama, de
próstata y de colon).
“Aunque uno no tenga otros
factores de riesgo, la obesidad por sí sola aumenta el riesgo cardiovascular.
Los pacientes obesos con enfermedad del corazón son generalmente 10 años más
jóvenes que aquellos con peso normal. Se ha demostrado que la obesidad duplica
el riesgo de desarrollar insuficiencia cardiaca, ya que favorece la aparición
de anomalías en la estructura cardiovascular y en el funcionamiento del
corazón”, cuenta el Dr. Provera.
Algunos estudios han demostrado
que las personas con sobrepeso a lo largo de toda su vida tienen muchas más
probabilidades de padecer un aumento de la masa ventricular izquierda del
corazón y del grosor relativo de la pared. Además, cuanto más temprana sea la
edad en que se tenga sobrepeso, mayor será el agrandamiento del tamaño de su
corazón en los años posteriores de su vida.
Los expertos señalan que una
persona con sobrepeso en sus veintitantos años tendrá un corazón un 7% más
pesado a los 40 que aquellos que presentaron sobrepeso a partir o luego de los
60 años.
“Debido a que el tratamiento de la
obesidad es difícil y con frecuencia fracasa es preferible prevenir el
sobrepeso a tratarlo una vez desarrollado. La educación en nutrición, que
empieza en los colegios, puede proporcionar a las personas información y quizá
motivación para que siempre equilibren el consumo con el gasto de energía.
Mantener un alto grado de actividad es sumamente útil para lograr este
objetivo”, dice el Dr. Provera.
Las personas con sobrepeso u
obesidad deben revisar su dieta y el ejercicio que realizan. Si uno logra
reducir su peso en un 10%, la probabilidad de presentar una enfermedad
cardiovascular grave se reduce en los próximos años. Esto se debe
principalmente a que al reducirse la grasa del cuerpo también se reduce el
desarrollo de las placas de ateroma, lo que consigue mejorar la tensión
arterial, además de que también se reduce la grasa en sangre (colesterol y
triglicéridos) y en las personas con diabetes, también logra mejorar el
azúcar.
“Conseguir un descenso del peso
corporal y poder mantenerlo en el tiempo contribuye no solo al bienestar
general, sino también a proteger el corazón”, concluye el cardiólogo.
Consejos para bajar de
peso de manera saludable
·
Pesarse regularmente.
·
Reducir la cantidad de comida y
elegir productos con menos calorías (reduciendo grasas e hidratos de carbono o
azúcares).
·
Acompañar el cambio en la
alimentación con la realización de ejercicio, al menos media hora por
día.
·
Tener objetivos alcanzables
(pequeños logros promueven grandes cambios).
·
Aprender a interpretar las
etiquetas de los alimentos y a elegir aquellos con menor número de calorías y
de grasas (las grasas malas son las trans y las saturadas).
·
Incorporar en la dieta mayor
cantidad de frutas y verduras.
·
Mantener una correcta hidratación.
BP
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