lunes, 1 de octubre de 2018

Y tú, ¿a quién te quieres parecer?

Y tú, ¿a quién te quieres parecer? ¿Acaso a ese cantante popular, o a algún jugador de fútbol afamado, o a esos personajes que se ven en las publicidades disfrutando en fiestas con gente sonriente y copas en sus manos? Me dirás que no, que te sientes cómodo pareciéndote a nadie en particular. Sin embargo, ¿qué comportamientos imitas, que cosas buscas con esfuerzo y anhelo?
Quizás la manera más efectiva de comprender a quien queremos parecernos consiste en descubrir aquellas cosas que nos incomodan, que nos hacen sentirnos cómo fuera de lugar. Por ejemplo, cuando nos ponemos en la necesidad de decir algo o emitir una opinión que contradice lo que se considera normal, ante quienes nos rodean. En esos momentos pensamos que quizás los demás van a rebatir nuestras opiniones, ¿y entonces que haremos? ¿Nos atreveremos a presentar ideas que no son vistas en televisión, calificadas como lo bueno y deseable? ¿Toleraremos el ser rechazados y mirados como quizás fuera de época y hasta un poco intolerantes?
También podemos meditar en aquellas actitudes que tomamos y generan, de inmediato, la visión de que somos modernos y acoplados a las tendencias más recientes. Allí no hay ningún problema, nos movemos como pez en el agua, podemos dialogar y ser vistos con aceptación y hasta con algo de envidia, si es que además podemos presumir un poco de cultura, conocimientos, o hasta lucir exitosos y ganadores.
La cuestión es saber que el heroísmo consiste en ser capaces de enfrentar la incomprensión y el rechazo, si es que de defender cosas buenas se trata. Las más de las veces, deberás vencer la descalificación y ese rubor que se asomará a tus mejillas cuando tus palabras sean silenciosamente calificadas de ridículas. Quizás no se te diga la palabra, pero la mirada será más clara que un torrente de risotadas o de comentarios con sorna y abierto tono de burla.
Es que, acaso, ¿quieres imitar a Aquel que caminaba por las calles serpenteantes de Jerusalén cubierto de Sangre, escupido, insultado, arrastrando a duras penas un pedazo de Madera que le lastimaba el hombro? Ese Hombre debajo del Madero, ¡es Dios! Eso sí que es difícil, imitar al más maravilloso Hombre que jamás pisara esta tierra. Y sin embargo, El no proyectaba una imagen de ganador, de exitoso, ni llevaba en Su Mano una copa de champagne. Todo lo contrario, resistía toda la incomprensión que el mundo es capaz de presentar.
Día a día se nos presentan oportunidades de imitar a Aquel que nos invita a dar testimonio de fortaleza, a diferenciarnos de un mundo que a cada instante derrapa hacia profundidades inimaginables apenas algunas décadas atrás. Por supuesto que nos sentimos cómodos en el refugio cobarde de dejar que el mundo nos hierva en esa sopa que son los medios de comunicación modernos. En esa postura amorfa de mirar para donde soplan los vientos de la sociedad, y soplar con todas las ganas en esa misma dirección para, simplemente, ser aceptados y valorados.
El heroísmo de estos tiempos es salirse de esa sopa con un grito, con una exclamación que proclama a los cuatro vientos: ¡a mí no me pondrán en su bolsa de gatos! Somos, por algo, discípulos del que enfrentó absolutamente todo el que se puso delante de Él con un corazón contaminado de errores, malas intenciones y materialismos diversos. Y lo hizo con Amor, con todo el Amor del que un Dios hecho Criatura es capaz.
No, no podemos buscar el disfraz de “normales” como forma de transitar de modo confortable una vida que fue hecha para el heroísmo. Jesús, nuestro Manso Jesús, nos llama una vez más a ser valientes testigos de Su Amor, de Su Justicia. Nada ni nadie puede torcer nuestro destino de Reino, porque el paso por este torbellino que llamamos vida no puede terminar en una pregunta sin respuesta: “Y tú, ¿qué hiciste con la única oportunidad que te di, la de demostrarme con valor y constancia de cuanto eres capaz, a la luz de Mi Palabra?”
Hoy, mañana y siempre, tienes que parecerte a Él, porque es aquí y ahora cuando se define si el reloj de tu historia particular marca horas gloriosas, u horas de conformidad y silencios cómplices. Como Jesús, ¡sé héroe en el amor! OS

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