Y tú, ¿a quién
te quieres parecer? ¿Acaso a ese cantante popular, o a algún jugador de fútbol
afamado, o a esos personajes que se ven en las publicidades disfrutando en
fiestas con gente sonriente y copas en sus manos? Me dirás que no, que te
sientes cómodo pareciéndote a nadie en particular. Sin embargo, ¿qué
comportamientos imitas, que cosas buscas con esfuerzo y anhelo?
Quizás la manera
más efectiva de comprender a quien queremos parecernos consiste en descubrir
aquellas cosas que nos incomodan, que nos hacen sentirnos cómo fuera de lugar.
Por ejemplo, cuando nos ponemos en la necesidad de decir algo o emitir una
opinión que contradice lo que se considera normal, ante quienes nos rodean. En
esos momentos pensamos que quizás los demás van a rebatir nuestras opiniones,
¿y entonces que haremos? ¿Nos atreveremos a presentar ideas que no son vistas
en televisión, calificadas como lo bueno y deseable? ¿Toleraremos el ser
rechazados y mirados como quizás fuera de época y hasta un poco intolerantes?
También podemos
meditar en aquellas actitudes que tomamos y generan, de inmediato, la visión de
que somos modernos y acoplados a las tendencias más recientes. Allí no hay
ningún problema, nos movemos como pez en el agua, podemos dialogar y ser vistos
con aceptación y hasta con algo de envidia, si es que además podemos presumir
un poco de cultura, conocimientos, o hasta lucir exitosos y ganadores.
La cuestión es
saber que el heroísmo consiste en ser capaces de enfrentar la incomprensión y
el rechazo, si es que de defender cosas buenas se trata. Las más de las veces,
deberás vencer la descalificación y ese rubor que se asomará a tus mejillas
cuando tus palabras sean silenciosamente calificadas de ridículas. Quizás no se
te diga la palabra, pero la mirada será más clara que un torrente de risotadas
o de comentarios con sorna y abierto tono de burla.
Es que, acaso,
¿quieres imitar a Aquel que caminaba por las calles serpenteantes de Jerusalén
cubierto de Sangre, escupido, insultado, arrastrando a duras penas un pedazo de
Madera que le lastimaba el hombro? Ese Hombre debajo del Madero, ¡es Dios! Eso
sí que es difícil, imitar al más maravilloso Hombre que jamás pisara esta
tierra. Y sin embargo, El no proyectaba una imagen de ganador, de exitoso, ni
llevaba en Su Mano una copa de champagne. Todo lo contrario, resistía toda la
incomprensión que el mundo es capaz de presentar.
Día a día se nos
presentan oportunidades de imitar a Aquel que nos invita a dar testimonio de
fortaleza, a diferenciarnos de un mundo que a cada instante derrapa hacia
profundidades inimaginables apenas algunas décadas atrás. Por supuesto que nos
sentimos cómodos en el refugio cobarde de dejar que el mundo nos hierva en esa
sopa que son los medios de comunicación modernos. En esa postura amorfa de
mirar para donde soplan los vientos de la sociedad, y soplar con todas las
ganas en esa misma dirección para, simplemente, ser aceptados y valorados.
El heroísmo de
estos tiempos es salirse de esa sopa con un grito, con una exclamación que
proclama a los cuatro vientos: ¡a mí no me pondrán en su bolsa de gatos! Somos,
por algo, discípulos del que enfrentó absolutamente todo el que se puso delante
de Él con un corazón contaminado de errores, malas intenciones y materialismos
diversos. Y lo hizo con Amor, con todo el Amor del que un Dios hecho
Criatura es capaz.
No, no podemos
buscar el disfraz de “normales” como forma de transitar de modo confortable una
vida que fue hecha para el heroísmo. Jesús, nuestro Manso Jesús, nos llama
una vez más a ser valientes testigos de Su Amor, de Su Justicia. Nada ni
nadie puede torcer nuestro destino de Reino, porque el paso por este torbellino
que llamamos vida no puede terminar en una pregunta sin respuesta: “Y tú, ¿qué
hiciste con la única oportunidad que te di, la de demostrarme con valor y
constancia de cuanto eres capaz, a la luz de Mi Palabra?”
Hoy, mañana y
siempre, tienes que parecerte a Él, porque es aquí y ahora
cuando se define si el reloj de tu historia particular marca horas gloriosas, u
horas de conformidad y silencios cómplices. Como Jesús, ¡sé héroe en el
amor! OS
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