Desde que el nuevo coronavirus fue declarado
pandemia por la OMS, la carrera de la ciencia en busca de un tratamiento
efectivo y una vacuna es a contrarreloj.
Mientras en todo el mundo se prueban fármacos y
opciones terapéuticas, una de las que surgió como alternativa segura -por su
antecedente exitoso en el MERS-CoV, ébola y en la epidemia de gripe H1N1- es el
uso de plasma de convalecientes en pacientes que estén cursando cuadros
moderados o graves de la enfermedad.
Pero, ¿cuál es el origen de este tratamiento? En las décadas del 50 y 60 la epidemia de
fiebre hemorrágica argentina se cobraba una innumerable cantidad de vidas hasta
que la ciencia hizo su aporte y consiguió hallar un tratamiento efectivo: el
plasma inmune de convaleciente, que aplicado en etapas tempranas de la
enfermedad, logró reducir significativamente la letalidad. El hacedor de este
hallazgo fue el doctor Julio Maiztegui quien, acompañado por un grupo de
profesionales, trabajó sin descanso en la contención de una situación sanitaria
que desvelaba por las trágicas consecuencias del también llamado “mal de los
rastrojos” o “virus Junín”, una enfermedad viral aguda grave transmitida por el
ratón de la especie Calomys musculinus.
En el marco de la emergencia sanitaria por
coronavirus en el país, la Resolución 783 del Ministerio de Salud del 17 de
abril estableció la creación de un Plan Estratégico para regular el uso de plasma
de pacientes recuperados de COVID-19 con fines terapéuticos.
El proyecto, que contiene tres ejes de
investigación, prevé un Proyecto de
desarrollo de una Inmunoglobulina Hiperinmune a partir del plasma de
convalecientes en la Universidad Nacional de Córdoba, un Proyecto de desarrollo de un sistema in vitro
para la determinación de anticuerpos neutralizantes anti-SARS Cov-2 en
convalecientes de COVID-19, coordinado por el ANLIS (INEI –Malbrán,
INEVH-Maiztegui) y el tercer punto abarca un Proyecto de desarrollo de un Ensayo Clínico Nacional para evaluar la
seguridad y eficacia del uso de plasma de convalecientes en enfermos de
COVID-19 a cargo de la Dirección de Sangre y Hemoderivados.
Patricia Epstein es especialista en hemoterapia e
inmunohematología y la jefa de la División de Hemoterapia del Hospital Durand,
el primer hospital público dependiente del Ministerio de Salud de la Ciudad que
comenzó con la selección de pacientes recuperados y los testeos para la colecta
de plasma inmune, y en diálogo con Infobae contó que “a mediados de
marzo comenzaron a desarrollar un protocolo en el que estuviera contemplado la
obtención y uso en el hospital de plasma para ser utilizado en los pacientes
que así lo requieran”.
“Comenzamos valorando las necesidades para desarrollarlo
en un marco de seguridad y desde hace diez días completamos el diseño y
empezamos a convocar a personas mayores de 18 años y menores de 65 que se hayan
recuperado de COVID-19”, explicó la especialista, quien detalló que “se les
hace una entrevista en la que se les explica el procedimiento y se los somete
al cuestionario de donante de sangre, además de ahondar en algunos detalles
sobre el curso de su enfermedad”.
Es un requisito demostrar
que el plasma que se extrae está libre de virus y posee una determinada
cantidad de anticuerpos. Y tras destacar que “no hay obligatoriedad en
donar” sino que “el compromiso moral y el deseo de ayudar a otro que está
padeciendo la enfermedad”, Epstein señaló: “Después de ver que sus análisis
están bien y está en condiciones de hacerlo se programa extracción, que
llevamos a cabo con la técnica de aféresis a través de la que se separan los
componentes de la sangre para obtener el plasma. Ese plasma se fracciona y congela hasta que nos den aviso de que un
paciente cumple con el criterio para recibirlo”, agregó. Al paciente que
es ‘candidato’ a recibir este tratamiento se le informa que puede llegar a
formar parte de esta línea terapéutica y se le solicita la autorización para
ser incorporado al protocolo.
“Lo que se evalúa es el grado de compromiso clínico
del paciente, tanto respiratorio como general para determinar si es candidato”,
explicó la especialista.
Si bien en el Durand aún no hubo pacientes
internados que requieran este tratamiento, el procedimiento se realizó en los
últimos días con éxito por primera vez en la provincia de Buenos Aires, en el
Hospital de Trauma Federico Abete de Malvinas Argentinas, donde transfundieron
plasma inmune a cuatro hombres de 20, 30, 40 y 73 años que estaban internados
desde hace diez días, tres de ellos con evolución moderada, mientras que el
mayor cursaba un estado crítico de la enfermedad.
“Es una opción terapéutica más de las que
disponemos los médicos, de la que se sabía que había protocolos a nivel mundial
pero no se tenía en el país el aval para hacerlo”, explicó a Infobae la médica de terapia intensiva y
secretaria de Salud de Malvinas Argentinas Dolores Ouviña. “Se trata de un
tratamiento de inmunización pasiva, por el que se le otorga al paciente los
anticuerpos que otra persona recuperada generó para que ejerzan su función en
quien está cursando la enfermedad”, detalló.
Respecto a los desafíos si este tratamiento será
exitoso, la bioquímica argentina Laura Bover afirmó que se está aprendiendo
todavía. “No sabemos cuántos anticuerpos tienen los pacientes que se
recuperaron. Necesitamos saber la
densidad y detectar de esos anticuerpos la presencia de los que van a impedir
al virus entrar al pulmón (anticuerpos neutralizantes), por ejemplo, y
qué cantidad de anticuerpos específicos. Estos atacan directamente al virus, en
tanto los neutralizantes impiden que se genere un cuadro más grave”, aseguró la
especialista que integra el equipo multidisciplinario que promovió el uso de
plasma con anticuerpos de pacientes convalecientes como tratamiento contra la
enfermedad que causó la actual pandemia.
Respecto al funcionamiento del protocolo, la
experta indicó que para donar sangre se necesita un protocolo médico escrito
que asegure al donante que es seguro el proceso y, además, ese protocolo debe
ser acompañado por un consentimiento informado puesto que la donación ha de ser
voluntaria. Nadie puede obligar al sujeto a donar el plasma. Por otra parte se
requiere otro protocolo para que, obtenido el plasma, se investigue si los
anticuerpos que posee son los específicos contra el virus y/o neutralizantes.
Sigue un tercer protocolo dedicado al enfermo. Si el médico que lo trata
considera que esta alternativa puede ser de valor para su tratamiento, el
paciente debe dar el consentimiento escrito para recibir la donación de plasma.
“Si tenemos en cuenta la experiencia internacional
podríamos decir que en principio es una metodología segura, con riesgos y
consecuencias que son aceptables -consideró Epstein-. Tiene un futuro
promisorio, hay evidencia afuera de que
es segura y los resultados que se muestran internacionalmente son alentadores”.
“Desde el día cero de la pandemia reconvertimos
nuestro modelo de atención a los donantes de sangre y lo hacemos por turnos,
por citación, cambiamos la sala de espera, etc. para poder comenzar, por un
lado, con la atención de donantes recuperados y además atender al donante
habitual para no dejar de atender el resto de las patologías”, contó la
especialista, quien remarcó que la gran
mayoría de los recuperados de coronavirus aceptan donar su plasma aduciendo
querer “ayudar a que otro supere la enfermedad”, como ellos lo hicieron.
VCh
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