Texto del Evangelio (Lc 16,9-15): En aquel
tiempo, Jesús decía a sus discípulos: «Yo os digo: Haceos amigos con el dinero
injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas.
El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en
lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis fieles en el dinero
injusto, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno,
¿quién os dará lo vuestro? Ningún criado puede servir a dos señores, porque
aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al
otro. No podéis servir a Dios y al dinero».
Estaban
oyendo todas estas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y se
burlaban de Él. Y les dijo: «Vosotros sois los que os la dais de justos delante
de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones; porque lo que es estimable
para los hombres, es abominable ante Dios».
«El
que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho»
Rev. D. Joaquim FORTUNY i
Vizcarro (Cunit, Tarragona, España)
Hoy, Jesús habla de
nuevo con autoridad: usa el «Yo os digo», que tiene una fuerza peculiar, de
doctrina nueva. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad» (cf. 1 Tim
2,4). Dios nos quiere santos y nos señala hoy unos puntos necesarios para
alcanzar la santidad y estar en posesión de lo ‘verdadero’: la fidelidad en lo
pequeño, la autenticidad y el no perder de vista que Dios conoce nuestros
corazones.
La fidelidad en lo
pequeño está a nuestro alcance. Nuestras jornadas suelen estar configuradas por
lo que llamamos ‘la normalidad’: el mismo trabajo, las mismas personas, unas
prácticas de piedad, la misma familia... En estas realidades ordinarias es
donde debemos realizarnos como personas y crecer en santidad. «El que es fiel
en lo mínimo, lo es también en lo mucho» (Lc
16,10). Es preciso realizar bien todas las cosas, con una intención recta,
con el deseo de agradar a Dios, nuestro Padre; hacer las cosas por amor tiene
un gran valor y nos prepara para recibir ‘lo verdadero’. ¡Qué bellamente lo
expresaba san Josemaría!: «¿Has visto cómo levantaron aquel edificio de
grandeza imponente? —Un ladrillo, y otro. Miles. Pero, uno a uno. —Y sacos de
cemento, uno a uno. Y sillares, que suponen poco, ante la mole del conjunto. —Y
trozos de hierro. —Y obreros que trabajan, día a día, las mismas horas...
¿Viste cómo alzaron aquel edificio de grandeza imponente?... —¡A fuerza de
cosas pequeñas!».
Examinar bien
nuestra conciencia cada noche nos ayudará a vivir con rectitud de intención y a
no perder nunca de vista que Dios lo ve todo, hasta los pensamientos más
ocultos, como aprendimos en el catecismo, y que lo importante es agradar en
todo a Dios, nuestro Padre, a quien debemos servir por amor, teniendo en cuenta
que «ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará
al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro» (Lc 16,13). Nunca lo olvidemos: «Sólo Dios es Dios» (Benedicto XVI).
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