viernes, 6 de noviembre de 2020

Estar atentos al bien que Dios pide…

Entre las muchas trampas que pueden apartarnos del bien que Dios nos pide, hay una que engaña con facilidad. ¿En qué consiste esa trampa? En presentarnos muchos bienes posibles en los que podemos pensar, para apartarnos del bien concreto que ahora Dios nos pide. Un ejemplo sencillo, entre muchos otros, ocurre ante la pantalla de la computadora o del móvil.

Sabemos que un familiar o amigo necesita un mensaje de cercanía, para animarlo en su fe y para crecer en la esperanza. Estamos a punto de empezar a escribir ese mensaje. De repente, pasa por nuestra cabeza la idea de entrar en una buena página católica para ver qué novedades ofrece. La idea es excelente: vamos a buscar textos, audios y vídeos que seguramente nos van a ayudar a conocer mejor nuestra fe y a alimentar nuestros corazones. Pero... con esa idea excelente dejamos de lado ese bien que Dios nos estaba pidiendo y dejamos para un ‘luego’ (palabra terrible que arruina muchas vidas) la redacción del mensaje que necesitaba aquel familiar o conocido. Por eso, ante tantas opciones que hay ante nosotros, algunas claramente malas, otras buenas pero que podemos posponer, vale la pena pedir ayuda a Dios antes de tomar nuestras decisiones.

Podemos rezar a nuestro Padre de los cielos más o menos con estas palabras: ¿Qué bien me pides ahora, Señor? ¿Qué puedo dejar para otro momento, y qué resulta más urgente? Desde esa oración, estaremos atentos al bien que Dios nos pide, y evitaremos distracciones, incluso en cosas buenas, que no merecen nuestra atención.

La vida es breve. El tiempo pasa veloz. No podemos abarcarlo todo. Por eso necesitamos un corazón disponible al amor que Dios nos pide ahora, y una generosidad alegre para llevarlo a cabo en cada instante que tenemos en nuestras manos. FP

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