Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael
y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo
hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael:
«¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio
Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de
verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le
respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres
el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de
la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en
verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar
sobre el Hijo del hombre».
«Ven y lo verás»
Comentario: Mons. Christoph BOCKAMP
Vicario Regional del Opus Dei en Alemania (Bonn, Alemania)
Hoy celebramos la fiesta del
apóstol san Bartolomé. El evangelista san Juan relata su primer encuentro con
el Señor con tanta viveza que nos resulta fácil meternos en la escena. Son
diálogos de corazones jóvenes, directos, francos... ¡divinos!
Jesús encuentra a Felipe
casualmente y le dice «sígueme» (Jn 1,43).
Poco después, Felipe, entusiasmado por el encuentro con Jesucristo, busca a su
amigo Natanael para comunicarle que —por fin— han encontrado a quien Moisés y
los profetas esperaban: «Jesús el hijo de José, el de Nazaret» (Jn 1,45). La contestación que recibe no
es entusiasta, sino escéptica: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» (Jn 1,46). En casi todo el mundo ocurre
algo parecido. Es corriente que en cada ciudad, en cada pueblo se piense que de
la ciudad, del pueblo vecino no puede salir nada que valga la pena... allí son
casi todos ineptos... Y viceversa.
Pero Felipe no se desanima. Y,
como son amigos, no da más explicaciones, sino dice: «Ven y lo verás» (Jn 1,46). Va, y su primer encuentro con
Jesús es el momento de su vocación. Lo que aparentemente es una casualidad, en
los planes de Dios estaba largamente preparado. Para Jesús, Natanael no es un
desconocido: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la
higuera, te vi» (Jn 1,48). ¿De qué
higuera? Quizá era un lugar preferido de Natanael a donde solía dirigirse
cuando quería descansar, pensar, estar sólo... Aunque siempre bajo la amorosa
mirada de Dios. Como todos los hombres, en todo momento. Pero para darse cuenta
de este amor infinito de Dios a cada uno, para ser consciente de que está a mi
puerta y llama necesito una voz externa, un amigo, un ‘Felipe’ que me diga:
«Ven y verás». Alguien que me lleve al camino que san Josemaría describe así:
buscar a Cristo; encontrar a Cristo; amar a Cristo.
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