Igual que para el adulto, el acúfeno puede exacerbarse en
la niñez al estar bajo condiciones de stress o debido a trastornos emocionales
por situaciones conflictivas familiares o escolares. Si bien muchos niños
experimentan acúfenos en sus oídos, la mayoría no se queja de sentirlos porque
lo internalizan como una experiencia de la vida diaria. “Muchas veces lo que
sucede es que los chicos no le cuentan de esta molestia a sus padres porque no les
gusta que el adulto piense que escuchan ruidos imaginarios. Es por eso que es
muy importante permitirle a los niños hablar de las cosas que los perturban”,
explica Susana Domínguez, fonoaudióloga de INEBA.
Los chicos describen los acúfenos como pasos de personas
que caminan detrás de ellos, el sonido de alguien bailando cerca o el sonar de
un tambor. “Incluso a veces pueden llegar a compararlos con un monstruo amigo”,
agrega la especialista.
Debido a esto, los niños no suelen quejarse de sus acúfenos
y si lo hacen, es muy importante considerar seriamente su perturbación.
“Muchos profesionales no se sienten seguros en manejar
niños con acúfenos porque piensan que hablar con ellos sobre su problema podría
aumentar la magnitud del mismo y esto no es así. El secreto es justamente
animar a los niños a describir este sonido y escuchar lo que ellos dicen del
mismo y cómo se sienten. Los niños son poco capaces de asociar el acúfeno a
eventos internos o a su estado de ánimo por lo que debemos prestarles mucha atención”,
agrega Domínguez.
“La palabra acúfeno puede ser nueva para el niño por lo que
lo primero que se debe saber es cómo llaman a ese “ruidito” que siente en el
oído y si no tiene nombre lo invitamos a ponérselo. Los niños desarrollan
habilidades imaginativas que podemos usar como guarniciones en el desarrollo de
estrategias que serán muy significativas y útiles para ellos en la mejora en la
reducción o eliminación del acufeno”, sostiene la oftalmóloga.
Otro punto importante a destacar es cuando padres y niños
llegan a la consulta sus intereses obviamente no son los mismos. Mientras que a
los padres les preocupa saber si el acúfeno es el resultado de un tumor
cerebral o de una actividad cerebral anormal, para el niño lo único que quiere
saber es cómo detenerlo para que no lo asuste o moleste más a la noche o en la
escuela. Las historias familiares sobre las enfermedades en general, la
falta de audición, la incapacidad y la hospitalización brindan datos sobre cómo
encarar el tratamiento en ese entorno familiar.
“Si la familia cree que el acúfeno es muy importante para
ese niño esto afectará las interacciones entre ambos e influenciará en las creencias
que ese niño experimente. Cuando los padres ven el problema como parte integral
de ellos mismos es difícil cambiar su manera de pensar o creer que las cosas
serán diferentes. Hay que enseñarles a padres y niños a externalizar el
problema y verlo como algo separado de su persona pudiendo así reducir o
minimizar los pensamientos negativos e ideas inapropiadas”, dice la
especialista de INEBA.
Para un mejor modo de abordar la problemática es importante
conocer los miedos y quejas que el niño tenga y los factores de stress que lo
modulan con el fin de gestionar un tratamiento estratégico. “La incorporación
del acúfeno a historias agradables y placenteras serán el camino más rápido y
sencillo en el tratamiento pediátrico”, concluye Domínguez.
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