No hace falta que nadie utilice bombas químicas. No son necesarias armas
de destrucción masiva. Nosotros, los pueblos más civilizados del Planeta, nos
bastamos para ir destruyendo masivamente seres humanos, desarrollando sin
límite alguno, nuestro bienestar a costa de exprimir o ignorar a los pueblos
más indefensos.
Ésta es hoy nuestra mayor vergüenza. Tenemos recursos para eliminar el
hambre, pero seguimos ciegos nuestra carretera egoísta hacia un bienestar
siempre mayor, mientras millones de niños vienen al mundo sólo a sufrir y morir
de desnutrición en pocos años.
Los expertos nos han alertado hace tiempo. Estamos llevando demasiado
lejos la desigualdad y el desequilibrio. Los excluidos de la vida no soportan
ya tanta burla cruel. Y en Occidente empezamos a sentir cada vez más el acoso,
la rebelión desesperada y hasta la reacción violenta de quienes no se resignan
a vivir sin esperanza alguna.
Los teólogos están hablando de la necesidad de introducir en el Planeta
una «ética de la compasión universal». Las mentes más lúcidas llaman a
funcionar con otro concepto de «desarrollo sostenible» para todos los pueblos.
Manos Unidas nos invita a la Campaña contra el Hambre con un lema que lo dice
todo: «COMPARTE LO QUE IMPORTA».
Pero los poderosos de la Tierra siguen ciegos y sordos. No saben
impulsar políticas de acercamiento, cooperación y solidaridad. Sólo se les
ocurren medidas de fuerza: endurecer las fronteras, frenar la inmigración,
controlar el petróleo, defender el propio bienestar...
Frente a esta actitud cínica y temeraria, hemos de crear otra conciencia
en los pueblos ricos de Europa. El próximo domingo podemos hacer un gesto
humilde pero significativo. Nuestra aportación a la Campaña contra el Hambre
servirá para promocionar entre los pobres el desarrollo, no la guerra. JAP
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