viernes, 2 de marzo de 2018

Frente al cinismo

Por mucho que nos tapemos los ojos y nos cerremos los oídos, los datos están ahí con toda su brutalidad. Millones de seres humanos mueren cada año de hambre y desnutrición.
No hace falta que nadie utilice bombas químicas. No son necesarias armas de destrucción masiva. Nosotros, los pueblos más civilizados del Planeta, nos bastamos para ir destruyendo masivamente seres humanos, desarrollando sin límite alguno, nuestro bienestar a costa de exprimir o ignorar a los pueblos más indefensos.
Ésta es hoy nuestra mayor vergüenza. Tenemos recursos para eliminar el hambre, pero seguimos ciegos nuestra carretera egoísta hacia un bienestar siempre mayor, mientras millones de niños vienen al mundo sólo a sufrir y morir de desnutrición en pocos años.
Los expertos nos han alertado hace tiempo. Estamos llevando demasiado lejos la desigualdad y el desequilibrio. Los excluidos de la vida no soportan ya tanta burla cruel. Y en Occidente empezamos a sentir cada vez más el acoso, la rebelión desesperada y hasta la reacción violenta de quienes no se resignan a vivir sin esperanza alguna.
Los teólogos están hablando de la necesidad de introducir en el Planeta una «ética de la compasión universal». Las mentes más lúcidas llaman a funcionar con otro concepto de «desarrollo sostenible» para todos los pueblos. Manos Unidas nos invita a la Campaña contra el Hambre con un lema que lo dice todo: «COMPARTE LO QUE IMPORTA».
Pero los poderosos de la Tierra siguen ciegos y sordos. No saben impulsar políticas de acercamiento, cooperación y solidaridad. Sólo se les ocurren medidas de fuerza: endurecer las fronteras, frenar la inmigración, controlar el petróleo, defender el propio bienestar...
Frente a esta actitud cínica y temeraria, hemos de crear otra conciencia en los pueblos ricos de Europa. El próximo domingo podemos hacer un gesto humilde pero significativo. Nuestra aportación a la Campaña contra el Hambre servirá para promocionar entre los pobres el desarrollo, no la guerra. JAP

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