Franco de Assergi, Santo
Eremita, 05
Junio
Martirologio Romano: Cerca de Assergi, en los Abruzos, Italia,
san Franco, eremita, que se construyó una pequeña celda en una cueva entre
abruptas rocas, donde llevó una vida de austeridad y sencillez († s.XII).
Fecha de beatificación: Su culto fue confirmado por el papa
Benedicto XIV en 1757.
Natural de Roio (L’Aquila, Abruzos), en el seno de una familia de campesinos ricos. Bajo la dirección de un sacerdote de su pueblo, Palmerio, realizó los primeros estudios. Ingresó como benedictino en el monasterio de San Giovanni Battista de Lucoli, donde vivió 20 años, después se retiró para vivir como eremita. El primer período lo paso en los bosques de Lucoli, comiendo “herbulis, glandulis et agrestibus pomulis”. En el segundo, el más incierto, vagó aquí y allá sobre la cadena montañosa del Apenino abrucese, que culminó en las faldas del Velino; después pasó a la cadena montañosa del Gran Sasso. El tercer período lo pasó sobre los montes de Assergi: cinco años en Vasto, quince sobre los montes Sabinos. En Vasto eligió un lugar pintoresco, pero árido y sin refugios, construyó una choza, según el sistema tradicional de los pastores y por sus oraciones manó agua de la roca; hoy esta fuente, a 1800 m. sobre el mar, se la conoce como “el agua de san Franco”; los peregrinos la beben para obtener la curación de las enfermedades, especialmente de la piel. Pasó a los montes Sabinos para huir de los visitantes, y se quedó en la localidad cercana de Assergi, más agreste, donde, según la leyenda, una osa con tres oseznos lo guió a una gruta y durante mucho tiempo le hizo compañía. En las fiestas principales del año se acercaba a Assergi para recibir la Comunión, quizás en la iglesia de Santa María en Silice.
Aquí sucedió el episodio en el que salvó a un niño
de las fauces de un lobo. Cuando el eremita por su mala salud, presintió su
próximo fin, quiso recibir los últimos sacramentos, después se le dejó solo con
los brazos en cruz. Por la noche, las campanas de Santa María en Silice
repicaron solas antes de la hora señalada y los gallos del pueblo cantaron al
mismo tiempo. La población se despertó, miró en dirección de la gruta y vio una
luz: allí se encontraron al eremita muerto. Con gran veneración su cadáver fue
llevado al pueblo y sepultado en la cripta de la iglesia del monasterio.
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