Día litúrgico: Jueves IX (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 12,28-34): En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es
el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es:
‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas
tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe
otro mandamiento mayor que estos».
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes
razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo
el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Y Jesús, viendo que le había contestado con
sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía
ya a hacerle preguntas.
«No existe otro mandamiento mayor que
éstos»
Comentario: P. Rodolf PUIGDOLLERS i Noblom SchP (La
Roca del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, un maestro de la
Ley le pregunta a Jesús: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (Mc
12,28). La pregunta es capciosa. En primer lugar, porque intenta establecer un
ranking entre los diversos mandamientos; y, en segundo lugar, porque su
pregunta se centra en la Ley. Está claro, se trata de la pregunta de un maestro
de la Ley.
La respuesta del Señor
desmonta la espiritualidad de aquel «maestro de la Ley». Toda la actitud del
discípulo de Jesucristo respecto a Dios queda resumida en un punto doble:
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón» y «amarás a tu prójimo como a
ti mismo» (Mc 12,31). El comportamiento religioso queda definido en su relación
con Dios y con el prójimo; y el comportamiento humano, en su relación con los
otros y con Dios. Lo dice con otras palabras san Agustín: «Ama y haz lo que
quieras». Ama a Dios y ama a los otros, y el resto de cosas será consecuencia
de este amor en plenitud.
El maestro de la ley
lo entiende perfectamente. E indica que amar a Dios con todo el corazón y a los
otros como a uno mismo «vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (Mc
12,33). Dios está esperando la respuesta de cada persona, la entrega plena «con
todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas»
(Mc 12,30) a Él, que es la Verdad y la Bondad, y la entrega generosa a los
otros. Los «sacrificios y ofrendas» tan solo tienen sentido en la medida en que
sean expresión verdadera de este doble amor. ¡Y pensar que a veces utilizamos
los “pequeños mandamientos” y «los sacrificios y las ofrendas» como una piedra para
criticar o herir al otro!
Jesús comenta la
respuesta del maestro de la Ley con un «no estás lejos del Reino de Dios» (Mc
12,34). Para Jesucristo nadie que ame a los demás por encima de todo está lejos
del reinado de Dios.
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