Del santo
Evangelio según san Lucas 9, 7-9 Se enteró el
tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían
que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había
aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes
dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales
cosas?» Y deseaba verle.
Oración
introductoria. Señor Jesús, con la señal de la cruz inicio mi oración pidiendo la asistencia
de tu Santo Espíritu. No me mueve la curiosidad, busco encender en mi corazón
la fe y el amor al Padre y la alegría de ser cristiano. Ilumina mi mente y
despierta en mí el deseo de contemplarte.
Petición. Jesús, ayúdame
a orar con atención, para que día con día vaya creciendo en el amor a Dios y
los demás.
Meditación. Los tres
sinópticos coinciden en afirmar que, según la gente, Jesús era Juan el
Bautista, o Elías o uno de los profetas que había resucitado; Lucas había
contado con anterioridad que Herodes había oído tales interpretaciones sobre la
persona y la actividad de Jesús, sintiendo por eso deseos de verlo. Mateo añade
como variante la idea manifestada por algunos de que Jesús era Jeremías. Todas
estas opiniones tienen algo en común: sitúan a Jesús en la categoría de los
profetas, una categoría que estaba disponible como clave interpretativa a
partir de la tradición de Israel. Todas estas opiniones no es que sean
erróneas; en mayor o menor medida constituyen aproximaciones al misterio de Jesús
a partir de las cuales se puede ciertamente encontrar el camino hacia el núcleo
esencial. Sin embargo, no llegan a la verdadera naturaleza de Jesús ni a su
novedad. Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte,
pág. 117.
Reflexión. ¡Quería ver a
Jesús! La curiosidad es buena, ella nos despierta a la vida. Un niño está
siempre manoseando, curioseando los juguetes y cuanto encuentra en su derredor.
Necesita saber. No es este el caso de Herodes. Se había enterado de que en torno a Jesús
había un movimiento de gente que le seguía; que ese tal Jesús hacia milagros y
prodigios, que en el asombro, incluso se pensaba si habría vuelto Elías... Todo
ello despertó recelos y una inquietud curiosa que no dejaba tranquilo el
corazón de Herodes.
¿Por qué quería ver a Jesús? No ciertamente para seguirlo, más bien
temeroso de que alguien le quitara el poder. ¿No había mandado matar a los
niños cuando se enteró de que había nacido “el rey de los judíos”?
El miedo es mal consejero y peor compañero aunque aparente los modales
más finos y corteses.
JL
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