Religiosos y
Mártires, 05 de Septiembre
En
distintas poblaciones de España, Beatos Mateo Casals, sacerdote profeso,
Teófilo Casajús, escolástico profeso, Fernando Saperas, hermano profeso, y 106
compañeros, de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón
de la Bienaventurada Virgen María; asesinados por odio a la fe durante la
Guerra Civil en España entre el 1936 y el 1937.
Fecha de beatificación: 21 de octubre de 2017, durante el
pontificado de S.S. Francisco.
En
Sabadell, la ciudad más industrial de Cataluña, a 20 km. de Barcelona, los
Claretianos regentaban en el centro de la Ciudad una iglesia que ofrecía un
cuidado culto, y la constante presencia de sacerdotes siempre dispuestos a la
Confesión. Los Padres eran ocho, casi todos de edad provecta, a los que
ayudaban tres Hermanos ejemplares. La revolución se iba a cebar en esta
pacífica Comunidad, de la que ocho de sus once miembros iban a ser mártires.
El
20 de Julio ardían los templos de Sabadell, y los claretianos se dispersaron y
refugiaron en casas de familias amigas. Antes se congregaron en la iglesia para
celebrar la Eucaristía. Su llave la depositaron a los pies de la imagen del
Corazón de María para que Ella velase por todo, y si entraba en los planes de
Dios, salvara lo ya casi insalvable. El mismo día 20 incendiaban la iglesia.
Los seis mártires de la Comunidad cayeron en manos de los milicianos de manera
misteriosa. Durante el día, 4 de Agosto fueron a buscarlos a sus respectivos
domicilios, siendo requeridos nombre por nombre y con los datos personales
exactos. Todos fueron a parar a la cárcel de Sabadell.
Allí
se encontraron el Superior Padre Mateo Casals, el venerable Padre José Puig,
que había celebrado ya sus bodas de oro sacerdotales, los Hermanos José
Clavería y Juan Rafí, ya cercanos a los setenta, el Hermano José Solé, en plena
madurez, y el Hermano José Cardona, de sólo veinte años.
Encerraron
a los misioneros en una cárcel casi vacía, en la que sólo había otros nueve
presos: un Padre Escolapio y ocho excelentes jóvenes carlistas. Con benévola
tolerancia de los funcionarios de la prisión, los detenidos llevaron vida
tranquila cada uno en su celda, y con facilidad para reunirse y rezar juntos el
Rosario a la Virgen. A los seglares les traían la comida sus familiares, y a
los claretianos, con el dinero que trajeron al venir, se la preparaba el buen
cocinero Hermano Cardona. El anciano y candoroso Padre Puig escribe: - Nos
encontramos bien, y nos parece como si estuviéramos en casa. Hasta les hacían
entrever la libertad; pero a finales de Agosto caía Irún en poder de los
nacionales, y en venganza, una columna de milicianos que iban a partir para el
frente, ven menos arriesgado asaltar la cárcel y matar a presos indefensos. Se
apostaron a la entrada de la cárcel dos milicianos y otros dos guardias de
Asalto. En la noche del 4 de Septiembre los milicianos exigen las llaves y
despiden a los guardias. Uno dice: -Las once y media. Hemos de comenzar la
faena.
La
faena consistió en sacar a los presos de sus celdas para cuando llegasen los
coches. Al llegar éstos presentan al Director un papel firmado por el Consejero
de Defensa, Esteve, que ordenaba trasladar a Barcelona a los presos que
relacionaba, “en evitación de un asalto a la cárcel por los fascistas”. Una voz
empezó a contar: Uno, dos, tres, cuatro, ¡Adelante!; otro coche y nuevo
recuento. Igual con un tercero. Con el cuarto vehículo ya no se oyeron más que
tres números, sin llegar al cuatro. Quince cadáveres aparecían al amanecer de aquel
día 5, primer sábado del mes de septiembre, dedicado al Inmaculado Corazón de
María, en las carreteras de los alrededores.
Cinco
en la carretera de Sabadell a Matadepera; otros cuatro en la de Castellar a
Tarrasa: los del P. Puig y los hermanos Clavería, Rafí y Solé. En un tercer
grupo se halló el cadáver del P. Mateo Casals, junto con el escolapio P.
Viñolas y los jóvenes Bartrons y Siscart. Junto al caserío de Santiga,
carretera de Santa Perpetua se hallaron los cadáveres del Hermano José Cardona,
junto a los jóvenes Moga y Boada. Aquella aciaga noche del 5 de septiembre de
1936 eran también asesinados en las carreteras que rodean la ciudad los Padres
Escolapios Juan Viñolas, vicerrector del Colegio de Sabadell, el P. Juan Soler,
el P. Fco. Farreny, y el P. Ignacio Gorina, profesores de la Escuela Pía.
Otros
dos miembros de la Comunidad de Sabadell fueron también mártires: el P. Josep
Reixach el 26 de julio de 1936, y el Padre Juan Torrents el 17 de marzo de
1937.
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