A día de hoy
conviven en todo el mundo en torno a 30 millones con Alzheimer, enfermedad
neurodegenerativa que supone hasta un 60-70% de todos los casos de demencia.
Una enfermedad cuya incidencia, según alertan los expertos, se habrá triplicado
ya para el año 2050.
La razón se
explica por el progresivo proceso de envejecimiento de la población y, sobre
todo, por la falta de tratamientos capaces de frenarla, menos aún de curarla.
Sin embargo, su riesgo de aparición se puede reducir, y mucho, adoptando un estilo
de vida saludable y manteniendo una ‘actividad mental’ adecuada –como sería por
ejemplo leer libros o hacer crucigramas–.
Y asimismo,
manteniendo una actitud positiva hacia el envejecimiento. De hecho, un estudio
dirigido por investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de
Yale en New Haven (EE.UU.) muestra que los mayores que mantienen unas creencias
positivas sobre su edad tienen una probabilidad muy inferior de padecer
Alzheimer.
La Dra. Becca
Levy, directora de esta investigación publicada en la revista PLOS
ONE, explica que «en nuestro trabajo hemos encontrado que las
creencias positivas sobre el envejecimiento pueden reducir el riesgo en uno de
los factores genéticos más fuertemente asociados a la demencia. Así, nuestros
resultados justifican la puesta en marcha de campañas de salud pública frente
al ‘edadismo’, dado que es una fuente de ideas y creencias negativas sobre la
edad».
El ‘edadismo’ es
un término acuñado en 1968 por el psiquiatra estadounidense Robert Butler para
referirse a la discriminación que, fruto de los sentimientos o pensamientos
negativos de la sociedad sobre el envejecimiento, sufren muchas personas
mayores por causa de la edad.
Un término que
también se ha traducido como ‘viejismo’ o ‘angeísmo’ –del original en lengua
inglesa, ‘aegism’– y cuya etimología se encuentra en consonancia con otros
tipos de discriminación por distintas razones, caso del sexo –‘sexismo’– o de
la etnia –‘racismo’.
Lógicamente, el
‘edadismo’, como ocurre con cualquier otra forma de estigma, tiene
consecuencias negativas para el que lo padece. Es el caso, por ejemplo, del
mundo laboral, en el que muchas empresas, por el motivo que sea –y no solamente
económicos–, optan por priorizar la ‘sangre joven’ sobre la ‘experiencia’.
Además, el alcance
de este ‘edadismo’ parece ser mayor que el de otros tipos de discriminación
social. Y es que según han mostrado distintos estudios, el porcentaje de
personas mayores que alguna vez se han visto excluidas por su edad es del 100%
–superior, por tanto, al de los afectados por el sexismo o el racismo.
Los resultados del
estudio justifican la puesta en marcha de campañas de salud pública para
combatir el ‘edadismo’ El objetivo del nuevo estudio fue analizar si las
creencias sociales o culturales sobre la edad tienen alguna influencia en el
desarrollo de la enfermedad de Alzheimer en las personas mayores.
Y para ello, los
autores contaron con la participación de 4.765 personas que, con un promedio de
edad de 72 años, no padecían Alzheimer ni ningún otro tipo de demencia en el
momento de su inclusión en la investigación.
Es más; hasta un
26% de los participantes portaban la variante genética ‘ApoE4’, responsable de
la expresión de la isoforma E4 de la proteína ApoE4 –o ‘apolipoproteína E– y
que aumenta en más de 12 veces mayor el riesgo de acabar desarrollando esta
forma de demencia.
Los resultados
mostraron que, con independencia de otros factores ya identificados que
influyen en la aparición de la enfermedad, el riesgo de desarrollo de Alzheimer
se redujo en más de la mitad en los portadores de la variante genética ‘ApoE4’
en función de que mantuvieran una actitud positiva –riesgo del 2,7%– o negativa
–6,1%– sobre el envejecimiento.
Entonces, ¿qué se
puede hacer? Pues luchar contra los estereotipos negativos que, sobre el
proceso de envejecimiento, no solo albergan los más jóvenes, sino la sociedad
en general. Como concluye la Dra. Levy, «nuestros trabajos previos ya han
demostrado que las creencias positivas sobre la edad se pueden potenciar». BP
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