Yo soy la resurrección y la vida.
Lo que nosotros llamamos muerte, no es sino terminar de
morir. El último instante en que se apaga la vida biológica. En realidad,
tardamos en morir veinte, cuarenta o setenta y cinco años. Desde que nacemos
estamos ya muriendo. La muerte no es algo que nos llega desde fuera, al final
de nuestra vida. La muerte comienza cuando nacemos.
Nos vamos muriendo segundo a segundo y minuto a minuto,
gastando de manera irreversible la energía vital que poseemos. Los hombres
somos mortales no porque al término de nuestra vida hay un final, sino porque
constantemente nuestra vida se va vaciando, se va desgastando y va «muriendo».
Pero la muerte no es problema sólo del individuo humano. La
muerte está presente dentro de toda vida, envolviendo con sus brazos poderosos
a todo viviente. Se puede afirmar que todo lo que vive está ya camino de la
muerte.
Los animales que corren, vuelan y se agitan por la tierra
entera, la vegetación multicolor que cubre nuestro planeta, la vida que se
puede encerrar en el universo entero, camina hacia la muerte.
Pero hay que decir todavía algo más. Lo que construyen los
vivientes, sus organizaciones, sus grandes sistemas, sus revoluciones, logros y
conquistas están abocados también a morir un día.
Y sin embargo, desde el fondo de la vida, de toda vida, nace
una protesta. Ningún viviente quiere morir. Y esta protesta se convierte en el
hombre en un grito consciente de angustia y de impotencia que refleja y resume
el deseo profundo de toda la creación.
Los cristianos creemos que este anhelo por la vida ha sido
escuchado por Dios. Jesucristo muerto por los hombres, pero resucitado por
Dios, es el signo y la garantía de que Dios ha recogido nuestro grito y quiere
encaminarlo todo hacia la plenitud de la vida.
Por eso dentro de esta vida mortal, el creyente es un hombre
que afirma la vida y rechaza la muerte. Defiende y promueve todo lo que conduce
a la vida, y condena y lucha contra todo lo que nos lleva a la destrucción y la
muerte.
Dios ha dicho no a la muerte. La actitud cristiana de defensa
de la vida en todos los frentes (aborto, eutanasia, muertes violentas, opresión
destructora...) nace de esa fe en un Dios «amigo de la vida» que en Jesucristo
resucitado nos descubre su voluntad de liberarnos definitivamente de la muerte. JAP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario