domingo, 4 de noviembre de 2018

Leche materna y de fórmula, iguales pero distintas

El eterno debate de si las leches maternizadas o artificiales son igual de beneficiosas para la salud que la leche materna se suma ahora un nuevo estudio que se publica en Nature Medicine cuya conclusión es que, si bien ambas estimulan el crecimiento de tipos similares de bacterias en el tracto digestivo de los bebés, las bacterias funcionan de manera diferente. Las implicaciones para la salud de estas diferencias se ignoran. 
Las leches maternizadas imitan a la leche materna humana no solo en la cantidad y el tipo de nutrientes, sino también al nutrir un conjunto similar de microbios en el tracto digestivo. Dichos microbios son indispensables para nuestra salud al hacer frente a las bacterias que causan enfermedades, influyen en nuestro metabolismo y sintetizan muchas vitaminas y aminoácidos, los componentes básicos de las proteínas. 
Este tipo de alimentación infantil se ha ido mejorando a lo largo de los años. Actualmente, explica Gautam Dantas, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en San Luis (EEUU), los fabricantes han tenido mucho éxito en la obtención de la mezcla correcta de bacterias. Pero el problema, aduce, es que «casi todos los estudios hasta la fecha han analizado la identidad de las bacterias, no lo que están haciendo. Lo que nosotros hemos visto es que a pesar de que las bacterias pueden tener el mismo aspecto, no están haciendo lo mismo». 
En el estudio, los investigadores han analizado el ADN completo de bacterias de 60 bebés para identificar a los miembros del microbioma intestinal de cada niño, es decir, la comunidad de bacterias que viven en el tracto digestivo. También determinaron qué aminoácidos y otras biomoléculas eran capaces de sintetizar y descomponer las bacterias intestinales. 
Además, analizaron muestras fecales recogidas previamente desde 2009 hasta 2011 a través del Proyecto de Microbioma Intestinal Neonatal de St. Louis, estudiaron 402 muestras de heces recolectadas mensualmente desde el nacimiento hasta los 8 meses de edad de 30 parejas de gemelos nacidos en el área de St. Louis y recopilaron información sobre cómo se alimentaba a los bebés, incluidas las marcas específicas de fórmulas infantiles compradas. 
Se sabe que la leche materna es rica en proteínas durante los primeros días después del nacimiento, aunque luego estos niveles disminuyen. Los investigadores descubrieron que el microbioma de los bebés amamantados compensaba los bajos niveles de ciertos aminoácidos al aumentar los niveles de bacterias equipadas con el software genético para sintetizar esos aminoácidos, en particular metionina, isoleucina, leucina, valina, cisteína, serina, treonina y arginina. 
Sin embargo, los bebés alimentados con leches de fórmula albergaban bacterias capaces de producir un conjunto muy diferente de aminoácidos. Sus bacterias intestinales estaban equipadas para producir menos metionina y cisteína, aminoácidos que son más abundantes en la fórmula que en la leche materna, y más histidina y triptófano, que son más escasos en la fórmula que en la leche materna. 
«El objetivo de todas las fórmulas es parecerse a la leche materna, y parece que no lo están logrando -afirma Dantas-. Sí lo son en el tipo de bacterias presentes, pero no las funciones que hacen». No obstante, advierte, «diferente no significa malo, pero sí distinto, y tenemos que entender cuáles son las consecuencias para la salud». 
Las investigadoras están ahora considerando vías para determinar qué niños podrían beneficiarse de afinar su microbiota intestinal y cómo hacerlo. «La infancia temprana es un periodo crítico para el desarrollo neurológico y el desarrollo fisiológico». 
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda alimentar exclusivamente a los bebés con leche materna durante los primeros 6 meses de vida y aconseja mantenerla como complemento a la alimentación sólida hasta los 2 años de vida. BP

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