El que quiera ser grande, sea vuestro servidor.
«El
que quiera ser grande que, se ponga a servir». ¿Qué eco pueden tener estas
palabras de Jesús en la sociedad actual? Nadie quiere ser hoy grande ni héroe
ni santo. Basta con «triunfar» asegurándonos una buena calidad de vida, éxito
profesional y un bienestar afectivo suficiente.
El ideal no es crecer y ser persona. Lo importante
es sentirse bien, cuidar la salud, gestionar bien el stress y no complicarse la
vida. Lo inteligente es vivir a gusto, ser un «tío majo» y tener siempre algo
interesante que hacer o contar. Ser un «triunfador».
Y, ¿los demás? ¿Quién piensa en los demás? Lo que
haga cada uno es cosa suya. No vamos a metemos en la vida de los otros. Hay que
ser tolerantes. Lo importante es no hacer daño a nadie. Respetar siempre a
todos. Eso sí, a ser posible, es mejor vivir sin tener que
depender de los demás. Mantener una sana «independencia» sin quedar presos de
ningún vínculo exigente. Hay que ser «hábil» y no asumir compromisos,
responsabilidades o cargas que luego no nos dejarán vivir a gusto.
¿Servir a los demás? Un «triunfador» no entiende
exactamente qué quiere decir «servir». Más bien tiende a «servirse» de los
demás y a utilizarlos para sus intereses y juegos.
Pero, ¿qué es triunfar en la vida? Con frecuencia,
este individuo autosuficiente y triunfador termina sintiéndose más frágil y
perdido que lo que nunca pudo pensar. Poco a poco, puede uno quedarse sin
raíces ni fuerza interior, centrado en uno mismo, encerrado en la soledad de su
propio corazón. El riesgo de todo triunfador es caer derribado por su falta de
amor.
Según Jesús, si alguien quiere triunfar en la vida,
ha de saber amar, salir de su narcisismo, abrir los ojos y ser sensible al
sufrimiento de los demás. No es una piadosa consideración cristiana. Mientras
creemos estar triunfando en la vida, la podemos estar estropeando cada día un
poco más. Nadie es triunfador si no hace más feliz la vida de los demás. JAP
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