Texto del Evangelio (Mt 10,17-22): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Guardaos de los
hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas;
y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis
testimonio ante ellos y ante los gentiles. Más cuando os entreguen, no os
preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os
comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino
el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Entregará a la muerte
hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los
matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que
persevere hasta el fin, ése se salvará».
«Os entregarán a los tribunales y os
azotarán»
Comentario: Fray Josep Mª MASSANA i Mola
OFM (Barcelona, España)
Hoy, recién saboreada
la profunda experiencia del Nacimiento del Niño Jesús, cambia el panorama
litúrgico. Podríamos pensar que celebrar un mártir no encaja con el encanto
navideño… El martirio de san Esteban, a quien veneramos como protomártir del
cristianismo, entra de lleno en la teología de la Encarnación del Hijo de Dios.
Jesús vino al mundo para derramar su Sangre por nosotros. Esteban fue el
primero que derramó su sangre por Jesús. Leemos en este Evangelio como Jesús
mismo lo anuncia: «Os entregarán a los tribunales y (…) seréis llevados ante
gobernadores y reyes, para que deis testimonio» (Mt 10,17.18). Precisamente
“mártir” significa exactamente esto: testigo.
Este testimonio de
palabra y de obra se da gracias a la fuerza del Espíritu Santo: «El Espíritu de
vuestro Padre (…) hablará en vosotros » (Mt 10,19). Tal como leemos en los
“Hechos de los Apóstoles”, capítulo 7, Esteban, llevado a los tribunales, dio
una lección magistral, haciendo un recorrido por el Antiguo Testamento,
demostrando que todo él converge en el Nuevo, en la Persona de Jesús. En Él se
cumple todo lo que ha sido anunciado por los profetas y enseñado por los
patriarcas.
En la narración de su
martirio encontramos una bellísima alusión trinitaria: «Esteban, lleno del
Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de
pie a la diestra de Dios» (Hch 7,55). Su experiencia fue como una degustación
de la Gloria del Cielo. Y Esteban murió como Jesús, perdonando a los que lo
inmolaban: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60); rezó las
palabras del Maestro: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen» (Lc, 23,
34).
Pidamos a este mártir
que sepamos vivir como él, llenos del Espíritu Santo, a fin de que, fijando la
mirada en el cielo, veamos a Jesús a la diestra de Dios. Esta experiencia nos
hará gozar ya del cielo, mientras estamos en la tierra.
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