Presbítero
Pasionista, Obispo, 01 de Enero
Martirologio Romano: En
Roma, san Vicente María Strambi, obispo de Macerata y Tolentino, de la
Congregación de la Pasión, que gobernó santamente las diócesis que tenía encomendadas
y por su fidelidad hacia el Romano Pontífice fue desterrado. (†
1824)
Fecha de beatificación: 26 de abril de 1925 por
el Papa Pío XI.
Fecha de canonización: 11 de junio de 1930 por el Papa Pío
XII.
Observación: En el antiguo santoral se lo recordaba el 25 de septiembre.
La llamada a la santidad es universal, es para
todos, desde la eternidad, es decir desde el seno materno. Es una llamada a la
vida y a la salvación. En este breve resumen de la vida de S. Vicente María
Strambi, no se investigarán las señales de la llamada divina, que, por cierto,
existieron, sino sobre todo el fúlgido ejemplo de respuesta a la acción de la
gracia. Nació en Civitavecchia, Italia el 1º de enero de 1745 del farmacéutico
Giuseppe y de Eleonora Gori; el joven habría podido adherirse a los proyectos
del padre y disfrutar ventajas de una familia acomodada. Pero la santidad
consiste en una respuesta radical, total, absoluta. El sentido común, el hacer
aquello que hacen todos no se sienta bien a los santos; se requiere, ante todo,
la abnegación, la negación de la misma naturaleza, de la misma voluntad para
uniformarla a la de Cristo.
Vicente elige el sacerdocio y es ordenado el 29 de
diciembre de 1767. Con esto no queremos decir que el estado laical sea una
condición inferior de santidad, sino indudablemente diferente. ¡Ojalá que los
laicos fueran todo santos y lo mismo pueda decirse de los sacerdotes y de los
religiosos!
Pero su deseo de consagrarse a Cristo no se detuvo
en el sacerdocio. Quiso hacerse religioso, primero pidió entrar con los padres
de la Misión y después con los Capuchinos. Hasta que encontró a Pablo de la
Cruz y quedó conquistado por su personalidad y santidad; en el 1768 fue acogido
entre los Pasionistas por el mismo Pablo. Pero para vencer la oposición del
padre, tuvo que huir de casa. El padre le escribió a S. Pablo de la Cruz,
pidiéndole que mandara a Vicente de vuelta a su familia. El Fundador contestó
con una carta igualmente clara y decidida, haciendo una profecía: “Debería
alegrarse sumamente al ver que el Señor elige a su hijo para hacerlo un gran
Santo”. Fue fácil para San Pablo ser profeta.
Vicente no dejó de negociar los propios talentos
naturales. Estaba dotado de una vivísima inteligencia, unida a gran sentido
práctico; a solo 21 años recibió del Obispo de Montefiascone el encargo de
prefecto del seminario y a los 22, todavía sin ser sacerdote, lo nombró rector
del seminario de Bagnoregio.
Fue un hábil predicador popular, dirigió ejercicios
espirituales al clero y predicó en varias iglesias de Roma. Fue eminente
director espiritual y entre sus hijos cuenta varios santos, entre los cuales se
encuentra S. Gaspar del Búfalo. En la Congregación Pasionista fue revestido con
los cargos de profesor de teología, de superior, de provincial y de consultor
general; fue estimado por todos especialmente por S. Pablo de la Cruz, como
verdadero pasionista, fue devotísimo de la preciosísima Sangre de Jesús.
Escribió su primer libro sobre el mes de julio dedicado a la Preciosísima
Sangre de Jesús.
Otra característica de la santidad es la
perseverancia. El padre Vicente que había soñado con la quietud de los retiros
pasionistas, en 1801 fue nombrado por Pio VII obispo de Macerata y Tolentino.
Es un pastor diligente. Soporta con dignidad y paciencia el exilio a que es
condenado por Napoleón de 1808 a 1814, por su fidelidad al Papa. Pero no se
burocratiza, no accede al formalismo. No olvida a los enfermos y sobre todo escucha
el clamor de los pobres. “Los pobres, decía, gritan, gritan”. Una vida gastada
desde el principio por la Iglesia, los fieles y por el Papa. En el 1823 León
XII lo quiere en su residencia como su consejero y como su confesor. Pero
Vicente quiere imitar hasta el final a Cristo y ofrece su vida por la salud del
Pontífice y es escuchado: el Papa se cura y él muere imprevistamente.
De las cartas de dirección espiritual de San
Vicente María Strambi
- “¡Humildad, humildad, humildad, Oh preciosa
virtud, cuantos tesoros nos das y nos conservas! Cuánto nuevos estímulos Dios
pone en el corazón, porque lo amamos sin reserva alguna”.
- “Oh cuánto le gusta a Dios que tengamos un
concepto altísimo de su bondad y que caminemos en verdadera sencillez de
corazón. Caminemos en una humildad generosa; tomemos nuevas fuerzas de la
esperanza, que consigue cuánto espera. El santo amor sea el alma de toda la
vida interior. ¡Oh amor, oh amor, tú transformas la tierra en el paraíso!”
- “Nuestros queridos amigos nos preceden y van al
cielo; ¿y nosotros que hacemos en este destierro? El único consuelo al
permanecer en esta tierra es hacer la santa voluntad de Dios. Con humildad
pacífica y generosa busquemos unirnos cada vez más estrechamente a Dios y
comenzaremos así la vida bienaventurada del cielo”.
- “Conserve su corazón en gran paz. Proceda sin
cumplidos con Dios: no se examine demasiado a sí misma. Nuestro Dios es bueno y
no hace caso a ciertas minucias, de que algunas almas hacen demasiado caso”.
- “Quisiera que su ejercicio más frecuente fuera el
amor de Dios: la escuela para encenderse de este amor es el Monte Calvario,
santificado por la gran efusión de la preciosa Sangre de Jesús”.
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