Durante Adviento y Navidad muchos se concentran en adquirir regalos
materiales para dar felicidad a sus familiares. Ciertamente los regalos
materiales pueden expresar el afecto por nuestros familiares y compartirlos es
un gesto agradable tanto para el que da como el que recibe. Pero en nuestros
tiempos, muchos han perdido el verdadero sentido del Adviento y la Navidad para
dar paso a un interés absorbente por los obsequios materiales. Como consecuencia
de este cambio de visión, se pierde la perspectiva de lo que es importante en
estos significativos tiempos.
Tan es así que muchos pasan el tiempo de Adviento tan preocupados por lo
que tienen que comprar para regalar y decorar, que se termina viviendo bajo un
afán de vida y un estrés y sólo se espera que ya se terminen las fiestas. Y
luego que concluye la Noche Buena y la Navidad, pasan del afán por comprar y
organizar, al estrés y la preocupación de cómo van a pagar las cuentas asumidas
por tanto comprar y comprar.
En esta confusión y esta vorágine de vida que crea la visión consumista
que como sociedad se ha asumido en estos tiempos festivos, muchos olvidan que
el mejor y único verdadero regalo que se nos ofrece en estas fiestas es la
llegada de Jesús, el Mesías esperado. Por ello, les invitamos a detener la
marcha vertiginosa de las compras navideñas y a reflexionar en el regalo más
importante, que es Dios mismo que se encarna para regalarse a sí mismo en toda
su magnificencia, amor y misericordia, para ser la fuente de vida y de gozo que
da verdadero sentido a nuestra existencia.
Cuando nos detenemos y nos damos cuenta de esta realidad, nos liberamos
del yugo estresante del consumismo y podemos dedicar este tiempo a disfrutar en
nuestra familia, la alegría de sabernos amados por un Dios eterno que envió a
su Único Hijo para nuestra salvación. Teniéndolo a Él lo tenemos todo en la
vida, porque Jesús no es sólo la razón de este tiempo, sino que verdaderamente
es ¡el mejor regalo de Navidad!
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