No lejos de Cápua hay una bella ciudad de campiña
llamada Caiazzo, zona agrícola de intensa producción, durante la Edad Media era
un feudo importante porque su terreno es muy fértil. Ostenta el honor de
haber sido sede episcopal y de tener una iglesia románica preciosa.
En esta localidad nació Esteban Minicillo. Vivió en
torno al año mil, pues nació en el 935.
De joven hizo sus estudios en Cápua. Al
terminarlos, sintió que Dios los llamaba para seguirlo más de cerca en el
monasterio de san Salvador. Por entonces Cápua vivía su segundo período de
esplendor con motivo de la llegada de los Longobardos. Luego de unos años el abad del monasterio era
Esteban. Quien llevaba una vida de austeridad, oración y penitencia como
conviene en esos lugares de santificación. Su vida testimonial llevó a que lo
nombraran obispo.
El episcopado de Esteban en Caiazzo duró 44 años,
un tiempo muy largo, durante el cual el obispo puso toda su fuerza para ser testimonio
de caridad. Él solía ser llamado el confesor de Dios, ocupado en la oración, el
ayuno, la penitencia. Ya en vida habrían empezado a ocurrir acontecimientos
milagrosos, como por ejemplo el acaecido en el año 982: “San Esteban
administraba la comunión a una gran multitud en la iglesia catedral, cuando una
columna de mármol cayó sobre los fieles sin que nadie sufriera daño alguno”.
El 29 de octubre 1023, Esteban partió a la gloria
del cielo y su cuerpo fue colocado en el sótano de la catedral, de inmediato se
convirtió en un destino para los peregrinos de todas las partes de Campania.
Muchos fueron los acontecimientos milagrosos que ocurrieron en su tumba, como
la curación de algunos sacerdotes y muchas otras personas de dolencias físicas
y la liberación de una mujer posesa. Otros numerosos milagros se manifestaron
en todo momento.
El 22 de julio 1284 la catedral reconstruida y
embellecida, originalmente dedicado a la Virgen, fue consagrada en honor de
Esteban, proclamado santo por clamor popular, cosa que era la costumbre de la
época. La devoción a este santo crecía cada vez más, esto
llevó a que en 1512 el obispo de Caiazzo quisiera reubicar el cuerpo del
patrono. Hicieron muchas excavaciones, pero el cuerpo de Esteban no salía a la
luz, lo que hizo temer el robo. Fue entonces cuando el obispo, inspirado por la
Santísima Virgen, fue instruido para cavar más profundo hasta la aparición del
agua. Durante la excavación se comenzó a sentir una fragancia muy dulce, que
crecía en intensidad, llevado al descubrimiento de la tumba de San Esteban y su
cuerpo totalmente incorrupto, todavía vestido con la capa pluvial, mitra y la
cruz en el pecho (cruz de gran interés histórico-artístico que aún se conserva
en la actualidad). A continuación, el cuerpo fue colocado en un altar lateral
de la catedral, en los siglos siguientes el cuerpo fue reubicado varias veces,
hasta llegar a la ubicación actual.
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