Texto del
Evangelio (Lc 13,10-17): En
aquel tiempo, estaba Jesús un sábado enseñando en una sinagoga, y había una
mujer a la que un espíritu tenía enferma hacía dieciocho años; estaba
encorvada, y no podía en modo alguno enderezarse. Al verla Jesús, la llamó y le
dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Y le impuso las manos. Y al
instante se enderezó, y glorificaba a Dios.
Pero
el jefe de la sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en
sábado, decía a la gente: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues,
esos días a curaros, y no en día de sábado». Le replicó el Señor: «¡Hipócritas!
¿No desatáis del pesebre todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno
para llevarlos a abrevar? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que ató
Satanás hace ya dieciocho años, ¿no estaba bien desatarla de esta ligadura en
día de sábado?». Y cuando decía estas cosas, sus adversarios quedaban
confundidos, mientras que toda la gente se alegraba con las maravillas que
hacía.
«Pero el jefe de la
sinagoga, indignado de que Jesús hubiese hecho una curación en sábado...»
Comentario:
Rev. D. Francesc JORDANA i Soler (Mirasol, Barcelona, España)
Hoy,
vemos a Jesús realizar una acción que proclama su mesianismo. Y ante ella el
jefe de la sinagoga se indigna e increpa a la gente para que no vengan a
curarse en sábado: «Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues, esos
días a curaros, y no en día de sábado» (Lc
13,14).
Me
gustaría que nos centráramos en la actitud de este personaje. Siempre me ha
sorprendido cómo, ante un milagro evidente, alguien sea capaz de cerrarse de
tal modo que lo que ha visto no le afecta lo más mínimo. Es como si no hubiera
visto lo que acaba de ocurrir y lo que ello significa. La razón está en la
vivencia equivocada de las mediaciones que tenían muchos judíos en aquel
tiempo. Por distintos motivos —antropológicos, culturales, designio divino— es
inevitable que entre Dios y el hombre haya unas mediaciones. El problema es que
algunos judíos hacen de la mediación un absoluto. De manera que la mediación no
les pone en comunicación con Dios, sino que se quedan en la propia mediación.
Olvidan el sentido último y se quedan en el medio. De este modo, Dios no puede
comunicarles sus gracias, sus dones, su amor y, por lo tanto su experiencia
religiosa no enriquecerá su vida.
Todo
ello les conduce a una vivencia rigorista de la religión, a encerrar su dios en
unos medios. Se hacen un dios a medida y no le dejan entrar en sus vidas. En su
religiosidad creen que todo está solucionado si cumplen con unas normas. Se
comprende así la reacción de Jesús: «¡Hipócritas! ¿No desatáis del pesebre
todos vosotros en sábado a vuestro buey o vuestro asno para llevarlos a
abrevar?» (Lc 13,15). Jesús descubre
el sinsentido de esa equivocada vivencia del Sabbat. Esta palabra de Dios nos
debería ayudar a examinar nuestra vivencia religiosa y descubrir si realmente
las mediaciones que utilizamos nos ponen en comunicación con Dios y con la
vida. Sólo desde la correcta vivencia de las mediaciones podemos entender la
frase de san Agustín: «Ama y haz lo que quieras».
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