Texto del Evangelio (Lc 14,1.7-11): Un sábado, sucedió que, habiendo ido Jesús a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando. Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: ‘Deja el sitio a éste’, y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado».
Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
viernes, 30 de octubre de 2020
Día litúrgico: Sábado XXX (A) del tiempo ordinario
«Notando cómo los
invitados elegían los primeros puestos...»
Comentario: Rev.
D. Josep FONT i Gallart (Getafe, España)
Hoy,
¿os habéis fijado en el inicio de este Evangelio? Ellos, los fariseos, le
estaban observando. Y Jesús también observa: «Notando cómo los invitados
elegían los primeros puestos» (Lc 14,7).
¡Qué manera tan diferente de observar!
La
observación, como todas las acciones internas y externas, es muy diferente
según la motivación que la provoca, según los móviles internos, según lo que
hay en el corazón del observador. Los fariseos —como nos dice el Evangelio en
diversos pasajes— observan a Jesús para acusarlo. Y Jesús observa para ayudar,
para servir, para hacer el bien. Y, como una madre solícita, aconseja: «Cuando
seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto» (Lc 14,8).
Jesús
dice con palabras lo que Él es y lo que lleva en su corazón: no busca ser
honrado, sino honrar; no piensa en su honor, sino en el honor del Padre. No
piensa en Él sino en los demás. Toda la vida de Jesús es una revelación de
quién es Dios: ‘Dios es amor’.
Por
eso, en Jesús se hace realidad —más que en nadie— su enseñanza: «Se despojó de
su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres
(…). Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está por encima de todo
nombre» (Flp 2,7.9).
Jesús
es el Maestro en obras y palabras. Los cristianos queremos ser sus discípulos.
Solamente podemos tener la conducta del Maestro si dentro de nuestro corazón
tenemos lo que Él tenía, si tenemos su Espíritu, el Espíritu de amor.
Trabajemos para abrirnos totalmente a su Espíritu y para dejarnos tomar y poseer
completamente por Él.
Y
eso sin pensar en ser ‘ensalzados’, sin pensar en nosotros, sino sólo en Él.
«Aunque no hubiera cielo, yo te amara; aunque no hubiera infierno te temiera;
lo mismo que te quiero te quisiera» (Autor
anónimo). Llevados solamente por el amor.
Etiquetas:
Evangelio
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