A esto me refiero con los períodos sensitivos.
La edad de oro de aprendizaje de los hijos suele terminar antes de los 12 años, ya que el 80% de los períodos sensitivos transcurren en ese tiempo. Si se dedica tiempo a la formación de los hijos hasta esa edad, nos evitaremos la mayor parte de los problemas que surgen en la edad adolescente.
Hablemos brevemente de cada uno de ellos:
El estudio: están viviendo períodos sensitivos como el afán por aprender y la tendencia a la curiosidad. Saber cosas nuevas les apasiona, por lo que cuando una niña no estudia hay que pensar que existe un problema y la única forma de que se recupere es descubrirlo cuanto antes. Podríamos estar hablando de problemas familiares, pequeños fracasos escolares que le han bloqueado, haber sido rechazada por sus amigas, no considerarse querida por las profesoras, etc. Como los períodos sensitivos juegan a nuestro favor, por lo general con amor, motivaciones positivas y paciencia se puede corregir el problema.
La generosidad y el servicio a los demás: Además de vuestro ejemplo, debéis proporcionarles diferentes oportunidades para darse a los demás. Por ejemplo: Ayudando en casa, cuidando a un hermano, prestando cosas a los amigos, tomando la peor parte en el postre, repartiendo golosinas, enseñarles a no elegir lo mejor, a saber conformarse, saber perdonar, acordarse de dar las gracias, pedir las cosas por favor… A esta edad, debería entusiasmarles llevar a la práctica este tipo de acciones. Están llegando al umbral de la adolescencia, edad en donde el retroceso es inevitable, se distancian de los padres y la afirmación egoísta del YO vuelve a ser natural, por tanto se deben poner todos los medios a su alcance para favorecer actitudes de generosidad y respeto y para que la comunicación entre padres e hijos no se cierre. Deben saber que estáis dispuestos a ayudarles.
La responsabilidad: Los períodos sensitivos relacionados son: el amor a la justicia, la disposición a ayudar, el deseo de quedar bien y el afán de superación.
La Fe: La herencia más importante que unos padres pueden dejar a sus hijos son sus creencias, es decir, unos valores que sirvan para orientar su vida. Los hijos necesitan alimentar su espíritu; si los padres no les enseñan a buscar la verdad, otros se encargarán de enseñarles su verdad (la TV por ejemplo). Y si no llegan a encontrar ninguna, entrarán a formar parte de ese “VACÍO ESPIRITUAL” tan frecuente hoy en día.
Se acaba la edad propicia para que hagan suyas las creencias en Dios, para conocer bastante en profundidad la doctrina de la Iglesia, para continuar las prácticas de piedad por amor, sin rutina y acercarse con frecuencia a la confesión y a la Eucaristía y para que el amor a Dios sea una consecuencia LIBRE de sus creencias. No olvidemos que la formación religiosa de los hijos corresponde a la responsabilidad directa de los padres. MGE
No hay comentarios.:
Publicar un comentario