Texto del
Evangelio (Lc 6,12-19): En
aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con
Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre
ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su
hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a
Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas
Iscariote, que llegó a ser un traidor.
Bajando
con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos
suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región
costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus
enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban
curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que
sanaba a todos.
«Jesús se fue al monte a
orar»
Comentario: +
Rev. D. Albert TAULÉ i Viñas (Barcelona, España)
Hoy
contemplamos un día entero de la vida de Jesús. Una vida que tiene dos claras
vertientes: la oración y la acción. Si la vida del cristiano ha de imitar la
vida de Jesús, no podemos prescindir de ambas dimensiones. Todos los
cristianos, incluso aquellos que se han consagrado a la vida contemplativa,
hemos de dedicar unos momentos a la oración y otros a la acción, aunque varíe
el tiempo que dediquemos a cada una. Hasta los monjes y las monjas de clausura
dedican bastante tiempo de su jornada a un trabajo. Como contrapartida, los que
somos más ‘seculares’, si deseamos imitar a Jesús, no deberíamos movernos en
una acción desenfrenada sin ungirla con la oración. Nos enseña san Jerónimo:
«Aunque el Apóstol nos mandó que oráramos siempre, (…) conviene que destinemos
unas horas determinadas a este ejercicio».
¿Es
que Jesús necesitaba de largos ratos de oración en solitario cuando todos
dormían? Los teólogos estudian cuál era la psicología de Jesús hombre: hasta
qué punto tenía acceso directo a la divinidad y hasta qué punto era «hombre
semejante en todo a nosotros, menos en el pecado» (He 4,5). En la medida que lo consideremos más cercano, su
‘práctica’ de oración será un ejemplo evidente para nosotros.
Asegurada
ya la oración, sólo nos queda imitarlo en la acción. En el fragmento de hoy, lo
vemos ‘organizando la Iglesia’, es decir, escogiendo a los que serán los
futuros evangelizadores, llamados a continuar su misión en el mundo. «Cuando se
hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que
llamó también apóstoles» (Lc 6,13).
Después lo encontramos curando toda clase de enfermedad. «Toda la gente
procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos» (Lc 6,19), nos dice el evangelista. Para
que nuestra identificación con Él sea total, únicamente nos falta que también
de nosotros salga una fuerza que sane a todos, lo cual sólo será posible si
estamos injertados en Él, para que demos mucho fruto (cf. Jn 15,4).
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